dilluns, 28 de març del 2011

Omán (3)

Érase una vez Omán


Montañas áridas y secas, más y más montañas, pequeños arbustos como única vegetación. Uno parece avanzar hacia el infierno, a medida que se adentra en el interior del país. Pero de pronto una ciudad empieza a dibujarse a lo lejos. Un enorme fuerte con una altísima torre circular, las murallas de un antiguo palacio, y un zoco rebosante de vida. Y una gran mancha verde a su alrededor, un oasis inmenso que dio vida a Niswa, una ciudad en medio del desierto, rodeada por los picos más altos del país.

















Y si uno quiere tener una idea de cómo se vivía en este Omán hace sólo unos decenios, una buena manera es acercarse hasta Al-Hamra, una antigua población, a unos 45 minutos de Niswa, que sus habitantes han ido abandonando poco a poco, para trasladarse a casas más cómodas y aisladas.







Solo unas pocas viviendas están todavía habitadas. Entre ellas un museo, la casa Bait Al Jabal, una oportunidad única de ver como vivían estas gentes, como preparaban sus alimentos, el aceite para el pelo, el café, como tejían sus ropas, o pasaban las horas disfrutando de un buen café, un té y unos dátiles.






Abandonada, la ciudad se deteriora poco a poco. Las tradicionales casas de adobe van cediendo ante los elementos y desplomándose inexorablemente. Las paredes que caen dejan al descubierto vigas ricamente decoradas, y jubilan de su función a puertas y ventanas, que un día preservaron la intimidad de sus moradores.

Y como todos los cuentos, este también estaba llegando a su fin. Todavía me quedaba muchísimo por ver de este inmenso país, pero sin dudad, tendrá que ser en otra ocasión. De Niswa regresé a Muscat y de allí tomé un bus directo a Dubai. Fin del viaje.


 Carretera cortada por la revuelta al norte de Omán

 Entrando en los Emiratos Árabes Unidos
Albergue de Juventud, en Dubai

Dubai




 Molinos eólicos cerca de la costa de Dinamarca
 Catalunya

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