diumenge, 2 d’agost del 2009

Asturias 2009

Camino de Asturias
Del 25 de julio al 5 de agosto


Mi amiga Isabel se mudó de Barcelona a Gijón. Un poco lejos, pero nunca antes había estado en Asturias y pensé que era la oportunidad de conocer la “Patria Querida…”. Así pues, en compañía de mi amiga Ana Rosa, nos subimos al coche y salimos hacia allá. No teníamos prisa, y no queríamos recorrer semejante distancia de un tirón, así que fuimos parando por el camino.

La primera noche la pasamos en Logroño (489 kilómetros desde Barcelona). Por “Couch Surfing”contactamos con Ignacio, un riojano muy agradable, que, además de acogernos en su casa, nos llevó de tapas por la zona de ambiente de la ciudad. La tapa de foie al oporto, increíble!! Como llegamos por la tarde, tuvimos tiempo de visitar el centro, pequeño, con edificios antiguos muy bien convervados y atravesado por el Camino de Santiago. Un delicioso paseo.



Nos levantamos temprano con la intención de aprovechar el día. En 45 minutos nos plantamos en San Millán de la Cogolla, la cuna del castellano, para visitar los Monasterios de Yuso y Suso. “Las Glosas Emilianas”, que alberga Yuso entre otras muchas maravillas, son las primeras palabras en castellano.


Nuestro próximo destino fue Santo Domingo de la Calzada. Seguíamos pisando el Camino de Santiago. Allí paramos, como tantos caminantes, a probar el menú del peregrino. Y con el estómago lleno y satisfecho, seguimos ruta hacia Burgos, a donde llegamos con el atardecer. (625 kilómetros desde Barcelona). Ahí pensábamos pasar la segunda noche. No encontramos “couch surfing” que pudiera acogernos, así que buscamos un hotelito en el centro. El Hostal Victoria, una casa antigua, de enormes habitaciones, convertida en alojamiento. Limpio y acogedor y con una encargada muy atenta y simpática.

Y tras una deliciosa cena salimos a pasear por la ciudad, a contemplar la majestuosa catedral, cuya iluminación nocturna la hace brillar como una estrella.

Al mediodía, después de descansar plácidamente y tomar un buen desayuno, salimos hacia León, pasando por Olmillos de Sasamón, Carrión de los Condes y Sahagún (767km.). Dejamos las maletas en una fantástica residencia para estudiantes que encontramos en el centro y en la que nos alojaríamos aquella noche. Enseguida salimos a pasear. Al lado teníamos la catedral y un montón de plazas rodeadas de edificios tan enormes como solemnes. Y, como no, el albergue para peregrinos, pues también por allí pasa el Camino de Santiago.


En nuestro cuarto día de viaje alcanzaríamos, por fin, la ciudad de Gijón (1.017 km.). No sin antes visitar algunos otros lugares absolutamente recomendables y que no podíamos dejar pasar en nuestra ruta. Entre ellos, las Cuevas de Valporquero, desconocidas y poco promocionadas por el gobierno de la comunidad de Castilla León, pero que son una autentica maravilla (905 km.)
Los tres días siguientes los pasamos visitando diferentes zonas de Asturias. Empezamos por el pueblo marinero de Cudilleros, con sus bonitas casas de colores escalando la ladera. Nos bañamos en la Playa del Silencio y recorrimos a fondo la señorial ciudad de Orense. También subimos a los Picos de Europa, aunque la niebla no nos dejó ver prácticamente nada, y visitamos el monasterio de Covadonga. Y acabamos paseando por la playa de Ribadesella, en frente de sus espectaculares y bellas casas de indianos.

Por la noches Isabel nos llevaba a probar algunas de las especialidades culinarias de Gijón, como la ventresca de bonito, y nos paseaba por las zonas de más ambiente de la ciudad, en donde la sidra corria a litros, saltando vertiginosamente de la botella al vaso.





El 31, dejé Gijón. Ana se quedaba por algún tiempo con nuestra amiga Isabel, pero yo debía volver a Barcelona, pues unos días después volaba hacía Tel Aviv, Israel. Esta vez tampoco quise hacer el viaje de un tirón, así que conduje hasta Pamplona (1.876km.), en donde viven Ramona y Manu con su hijo, unos buenísimos amigos a los que hacía mucho que no veía. Tuvimos tiempo de explicarnos un montón de cosas antes de coger la cama…

Por la mañana, después de pasear por su barrio, me puse de nuevo al volante, con la intención de llegar, ese mismo día a Barcelona. Eso sí, había que parar a comer, y como empecé a notar hambre cuando me acercaba a Olite, no pude evitar visitar de nuevo esta maravillosa ciudad. Esta vez no entré al restauradísimo castillo de hadas por el que es más conocida la ciudad, pero sí me permití comer en su exquisito parador nacional. Era mi último día…Bien comido, emprendí el camino hacía Barcelona (2.355 km), a donde llegaría a las nueve y media de la noche.