dimarts, 1 de març del 2011

Emiratos Árabes (1)

Dubai

Cuenta las crónicas de los primeros viajeros portugueses, que al lado de las aguas del golfo y rodeado de desierto existia una pequeña población de pescadores. Con el tiempo se convertiría en un importante puerto en la rutas comerciales con Asia. 

En 1894 el Jeque Maktoum bin Hasher al-Maktoum declara Dubai Puerto Libre de Impuestos.
Empieza la cuenta atrás hacia un vertiginoso viaje hacia el futuro.

Llegan los petrodólares de todo el Golfo y de todos los golfos del mundo
 y empieza la fiebre de la construcción.


En donde solo había desierto se levantan enormes rascacielos...
Y pronto, aquel pueblo de pescadores y recolectores de perlas se convierte en la joya de la galaxia,
un mundo de lujo y ostentación.

Viaje al Futuro



Burj Al Arab
 Burj al-Arab, el hotel de 7 estrellas que se ha convertido en el símbolo de Dubai, es el mejor lugar en donde empezar un fascinante viaje de ensueño. Su diseño se inspira en los dhow, las embarcaciones tradicionales que surcan las aguas del golfo. Si uno no se hospeda en él pero quiere ver su interior basta con reservar una mesa para comer - unos 100 euros por persona -. Si no, ha de conformarse con hacerle fotos desde la puerta de la entrada.







Muy cerca, en la misma zona de Jumeirah, se encuentra la famosa palmera, en un extremo de la cual se haya el impresionante hotel Atlantis, con su parque acuático y una playa privada. Los afortunados que pueden allí tomar el sol, disfrutan de la vista de los incontables rascacielos que dibujan el “skyline” de Dubai.






Si uno se cansa de tanta ostentación y lujo, siempre puede dejarse caer por el centro, la zona en donde se encuentran los orígenes de la ciudad. Los bulliciosos zocos, como el de las especias o el del oro, rebosan de gente. Es la zona en donde vive la mayoría de emigrantes y está llena de restaurantes económicos.




La lengua de agua salada que penetra allí hacía el interior de la ciudad le confiere un ambiente muy especial. Pequeñas embarcaciones llamadas “abra” permiten cruzar de una orilla a la otra y contemplar, desde el agua, el palacio del jeque de Dubai, el fuerte, en donde se haya el interesantísimo museo de la ciudad, la antigua casa, hoy museo, del padre del actual califa, o las numerosas edificaciones que imitan la arquitectura tradicional.







Es otra realidad, bulliciosa y caótica, más acorde con la idea que uno tiene de los países árabes, y que contrasta con el diseño espacial de la zona de Jumeirah.




Dubai es lujo: lujosos centros comerciales, lujosos restaurantes, lujosos edificios, pero más asequible de lo que muchos pudieran pensar, con un metro moderno y eficiente y unos taxis muy baratos que son el mejor medio de transporte en un ciudad más pensada para los coches que para las personas.

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