Uzbekistán, el corazón de la
Ruta de la Seda
Samarcanda, Bujara, Jiva, son algunos de los lugares más evocadores de la Ruta de la Seda. Sus madrazas, mezquitas, mausoleos, palacios y fortalezas lo transportan a uno al mundo de ensueño de “Las Mil y Una Noches”. Es la tierra de Tamerlán, el gran conquistador nómada que en el S.XIV creó uno de los imperios más grandes de Asia Central. La disnastía Timúrida llegaría hasta la India, en dónde Babur, bisnieto de Tamerlán, fundó el Imperio Mogol, que gobernó la región hasta el S. XVIII.
Samarcanda es una de las capitales más importantes de la antigua Ruta
de la Seda. De ella hablaba ya Marco Polo en su “Libro de las Maravillas del
Mundo”, aunque nunca estuvo allí. Más tarde, en 1404, fue Ruy González de
Clavijo, enviado por Enrique III, rey de Castilla y León, quien muestra su
estupefacción por la ciudad, en su libro “Embajada a la Corte de Tamerlán”.
Esta ciudad se alza en la dura estepa de Transoxiana, entre los ríos Amu Daria y Sir Daria, que desebocaban en el Mar de Aral, hoy casi desaparecido, y que llenan de vida un país seco y desértico. Es una ciudad moderna, ordenada, con grandes avenidas, parques y jardines. Pero todavía conserva los monumentos de arte islámico más fotografiados.
El conjunto monumental de la Plaza del Registán, con sus brillantes
azulejos, el Mausoleo de Tamerlán, S. XIV, que fue modelo para el Taj Mahal, construido por sus
descendientes, la Mezquita de Bibi Khanym, el Observatorio Ulugbek, o el
complejo de mausoleos de Shah-i-Zinda, son algunos de los monumentos que no
pueden dejarse de ver en esta maravillosa ciudad.
Mausoleo de Tamerlán
Shah-i-Zinda
Esta ciudad, también Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, es,
para muchos, la joya de la corona, con decenas de lugares interesantes que
visitar. Desde la Tumba de los Samánidas, del S. IX, que se considera el
monumento más antiguo de la arquitectura islámica en Asia Central, a la
Mezquita Bolo Haour (S.XVIII), el Palacio del Emir (S.XX), o el Complejo
Poi-Kalyan, formado por una mezquita, una madraza y un minarete espectacular,
que van de los siglos XII a XVI.
Tumba de los Samánidas
Mezquita Bolo Haour
Complejo Poi-Kalyan
Jiva (Khiva)
Y como en Bukhara, en Khiva también apetece perderse por sus
callejuelas, entre preciosos edificios de adobe, que le recuerdan a uno los
escenarios de películas como la de Aladino y lámpara maravillosa. Casi puedes verlo corriendo por las
azoteas y saltando de edificio en edificio para caer en el harén y escapar por
el patio del Palacio del Khan.
Persas y griegos se mezclaron en estas tierras en la época de
Alejandro Magno. Los mongoles de Guenguis Khan llegaron más tarde, en el S.
XIII, arrasando y destruyendo todo lo que encontraban a su paso. Después Tamerlán
levantó uno de los imperios más grandes de Asia. A principios del S.XX los
rusos ocuparon la región, entonces dividida en los Kanatos de Khiva, Bukhara y
Kokand. En 1924 se constituyó en República Soviética en el seno de la URSS,
hasta el año 1991 en que accede a su independencia, después de la desmembración
de la Unión Soviética. Una historia llena de vicisitudes que, sin duda han
dejado huella en todo el país.
Tashkent, Fergana, Marguilan, Kokand, Nukus o Shakhrisabz son algunas otras
de las ciudades que pueden visitarse en una ruta por este fascinante país.
Tashkent, la capital, es un buen ejemplo de la huella soviética. Edificios
oficiales, la ópera o el metro, no dejan duda sobre en qué órbita circuló el
país durante muchos años.
Metro, Tashkent
Mercado de Tashkent
I el sur es el lugar ideal para visitar una fábrica de seda y ver cómo,
todavía hoy, se sigue elaborando de manera artesanal este material que cautivó
a gentes de todo el mundo durante siglos, y que dio nombre, precisamente a la Ruta
comercial más grande de todos los tiempos.
Palacio del Emir, Fergana
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