A unas horas en barco desde Bali, se encuentra otro importante destino
en Indonesia, la isla de Lombok. Esta isla no ha sufrido el desarrollo
turístico de Bali, y conserva todavía lugares muy vírgenes, de una gran
belleza.
Desde Seminyak me trasladé en taxi a Padang Bai, el puerto de donde salen los
ferrys hacia la isla de Lombok. Yo tomé el mismo que toman los indonesios, y
que llaman el lento, pues son cuatro horas de viaje. Cuesta unos 3 euros. Por
supuesto existe la alternativa de los “Fast Boat”, los botes rápidos, que
realizan el trayecto en unas dos horas, son los que eligen los turistas,
ahorran tiempo y cuestan unos 25 euros, aunque si se regatea se pueden
conseguir por unos 16.
El ferry salió a las 3, una hora más tarde de lo previsto, y llegó a
las 7 de la tarde, después de anochecer. A esa hora, según me dijeron, ya no
había buses, así que tuve que tomar un taxi hasta Senggiri, uno de los destinos
turísticos más conocidos en la costa oeste de Lombok. Una sucesión de hoteles y
restaurantes paralelos a una interminable playa.
De allí saldría, a la mañana siguiente, hasta el puerto de Bangsar, en
donde se toman los botes hasta las cercanas islas de Gili Trawangan, Gili Air y
Gili Meno, el principal destino turístico de Lombok. Yo elegí la última de las
islas, la más pequeña y tranquila de las tres. Un paraíso de calma y
tranquilidad, rodeado de unas playas de ensueño y con una pequeña población,
increíblemente amable.
Me hospedé en Gilinta Meno Bungalows, uno alojamiento familiar sencillo
pero acogedor, y a unos 300 metros de la playa. Un bungalow privado con baño
por 8 euros. La isla posee alojamiento para todos los gustos, desde sencillos albergues hasta lujosos resorts a pie de playa, y una gran variedad de
restaurantes con una comida deliciosa. Rodeada de coral, basta sumergirse con
una gafas para poder disfrutar de un espectáculo visual de peces de todos los
colores.
Gili Trawangan es conocida por su marcha loca. Es el destino de los que
buscan música y fiesta hasta el amanecer. De Gili Air, mucho más tranquila, se dice que es la más bonita de las tres, y
quizá por ello ha sufrido un desarrollo turístico mayor que Gili Meno.
Cuando me disponía a tomar el bote para Gili Meno, se me acercó un
muchacho ofreciéndome un trekking de tres días al volcán Rinjani, al parecer
una de las grandes atracciones de la isla. También me ofrecía un viaje de 4
días en barco hasta la isla de Komodo. Le añadí unos días en las playas de
Kuta, al sur, y cerramos un “pack” que me salió muy bien de precio. Quedamos en
que me recogería tres días después. Y allí estaba, esperándome para trasladarme
en un cómodo 4x4 hasta la población de Senaru,
en donde pasaría el día, antes de iniciar un trekking que no olvidaré jamás.
Con todo el día por delante, me decidí a adentrarme en la selva que rodea la población en busca de unas impresionantes cascadas de las que me habían hablado. No tuve ningún problema en encontrarlas. Tiu Kelep, Sendang Galle y Sendang Gile bien valen el esfuerzo que supone llegar hasta ellas. Enormes saltos de agua en medio de un exuberante vergel. Un paseo algo extenuante a la vuelta, siempre hacia arriba, que me sirvió como entrenamiento para lo que me esperaba al día siguiente.
Con todo el día por delante, me decidí a adentrarme en la selva que rodea la población en busca de unas impresionantes cascadas de las que me habían hablado. No tuve ningún problema en encontrarlas. Tiu Kelep, Sendang Galle y Sendang Gile bien valen el esfuerzo que supone llegar hasta ellas. Enormes saltos de agua en medio de un exuberante vergel. Un paseo algo extenuante a la vuelta, siempre hacia arriba, que me sirvió como entrenamiento para lo que me esperaba al día siguiente.
A las 7 de la mañana vinieron a buscarme para llevarme, en la parte
trasera de una camioneta, hasta la vecina localidad de Sembalun, en donde me
encontraría con el guía y los portadores que iban a acompañarme a mí, y al resto
del grupo, hasta la cima del volcán, en el Parque Nacional del Monte Rinjani.
El Rinjani es el segundo volcán más alto de Indonesia, con 3.726 metros
de altitud. Su caldera, de 4 quilómetros de diámetro, alberga un pequeño volcán
cónico, “Gunung Baru Jari”, que no para de expulsar gases y junto al cual se
encuentra el lago Danau Segara Anak. El
volcán, que atrae unos 100.000 visitantes al año, se cierra a los turistas
desde el 1 de enero hasta el 31 de marzo. La temporada de trekkings empieza el
1 abril, así que llegué en buena época.
Lo que no sabía es que estaba a punto de enfrentarme a uno de los trekkings más duros que he hecho nunca. Una auténtica tortura china. Desde la entrada al parque todo es pendiente hacia arriba. El primer día caminamos hasta Pelawangan (Crater Rim), unos 9 quilómetros. Llegamos exhaustos, pero felices. Los portadores ya habían montado las tiendas y pronto cenaríamos, frente a unas vistas espectaculares de la cima del volcán. Hacia las 8 nos fuimos a dormir. Y a las 2 de la mañana nos despertaron. A las 3 empezábamos el gran ascenso a la cima del volcán.
Lo que no sabía es que estaba a punto de enfrentarme a uno de los trekkings más duros que he hecho nunca. Una auténtica tortura china. Desde la entrada al parque todo es pendiente hacia arriba. El primer día caminamos hasta Pelawangan (Crater Rim), unos 9 quilómetros. Llegamos exhaustos, pero felices. Los portadores ya habían montado las tiendas y pronto cenaríamos, frente a unas vistas espectaculares de la cima del volcán. Hacia las 8 nos fuimos a dormir. Y a las 2 de la mañana nos despertaron. A las 3 empezábamos el gran ascenso a la cima del volcán.
Se trataba de solo unos 4 quilómetros que, en teoría, debíamos hacer en
unas 3 horas, para poder ver salir el sol desde la cima, a eso de las 6 de la
mañana. Pero el camino no solo subía y subía, sin un solo tramo horizontal que
permitiera recobrar el aliento, sino que además, era terriblemente resbaladizo,
por culpa de una graba abundante que solo permite avanzar muy lentamente,
provocando más de una caída, tanto al ascender como al descender.
A las 6 me encontraba a los pies del último tramo, el más vertical y
pedregoso, una pendiente de graba volcánica en la que se hundían los pies,
provocando continuos retrocesos y caídas. Ahí decidí que no iba a perpetrar
semejante hazaña. Estaba molido y no me veía capacitado para coronar la cima.
Le dije a Alvin, mi compañero de tortura hasta ese momento, que siguiera sin
mí. Yo le esperaría allí. Me tumbé en el suelo y dormí unos 20 minutos. Al
levantarme de nuevo me vi con ánimos de avanzar un poco más, y así, paso a paso
y sin prisas, fui acercándome a la cima. Alguien que bajaba me mintió,
asegurándome que ya quedaba poco. Le creí y continué hasta alcanzar la cima,
eso sí, a eso de las 8 de la mañana, cuando ya casi todo el mundo había
empezado el descenso.
Por fin lo había conseguido. Había llegado, sin aliento, eso sí, y tan
agotado que hasta me costaba sonreír cuando posaba para la foto que certificaba
la hazaña. Ingenuo de mí, no pensaba en lo que me esperaba. Tal como me habían
dicho, la bajada es mucho más rápida, pero fácil no es la mejor definición para
un descenso lleno de caídas aparatosas arrastrado por las piedras. Alvin y yo
llegamos medio muertos al campamento base a las 11. A las 12 reanudábamos la
marcha hacia el lago Danau. Tres horas bajando por unas pendientes rocosas bien
verticales. El remate final.
Estos humanos estan locos...
Pero ahí no se acababa la jornada. Aún teníamos que caminar otras 3
horas, esta vez hacia arriba, por unas pendientes que casi nos obligaban a
escalar en algunos momentos. Eso sí, antes pasamos por un río de aguas termales
en donde nos dimos un buen baño que nos dejó como nuevos. Creo que sin ese baño
no hubiéramos podido seguir avanzando. Acababa de oscurecer cuando alcanzamos
la cima y las primeras tiendas. Para llegar a las nuestras todavía tuvimos que
caminar un rato. Llegamos y nos metimos en ellas extenuados, con la intención
de ponernos a dormir en seguida. A la mañana siguiente había que levantarse a
las 6.
Tras una fría noche, amanecimos ante unas vistas espectaculares.
Desayunamos e iniciamos el descenso definitivo. La graba primero, provocando
numerosas caídas, y las raíces después, en el tramo de selva, hicieron que no
fuese nada fácil. Un trekking sin concesiones hasta el final. Tal como habíamos
pactado, un taxi me esperaba en Senaru para llevarme hasta la idílica Kuta
Lombok, en donde iba a pasar dos días de merecido descanso.
Al sur de Lombok se encuentran algunas de las mejores playas de la
isla. Cuesta creer que hasta ahora a penas se haya construido nada, conservando
espacios de gran belleza todavía impolutos. Kuta Lombok es un pequeño pueblo de
pescadores pegado al mar y tras el cual han empezado a crecer hoteles y
restaurantes que cada día atraen a más y más turistas.
Yo me hospedé en el The Livingroom Hostel, un tranquilo y muy acogedor
albergue justo en el centro. Desde allí me hice llevar, en moto, hasta Tanjun
Aan Beach, la que me habían dicho era la mejor playa de Lombok. Una inmensa
playa de arena blanca y aguas color turquesa, absolutamente transparentes. Un
auténtico paraíso en el que pasé todo el día, bañándome, tomando el sol y
conversando con los locales, que por ser día de fiesta, acudían a disfrutar de
semejante lugar. Dos días después, otro taxi me recogía para llevarme hasta el
puerto desde el que debía partir hacia Flores.
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