Rumbo a Komodo
La isla de Komodo, conocida por los famosos dragones de Komodo que
habitan en ella, era uno de mis objetivos en este viaje a Indonesia. La mayoría
de turistas optan por volar hasta la cercana isla de Flores y, desde allí,
visitar a estos animales prehistóricos. A mi me apetecía llegar por mar,
recorriendo el largo camino que la separa de Lombok para ser más consciente de
la grandiosidad de este país.
Así pues, opté por un agradable viaje de 4 días en un barco que iba
deteniéndose en diferentes lugares y permitía nadar, bucear y hasta realizar
algunas caminatas en algunas islas preciosas por las que pasábamos. Un barco de
mochileros, sin manías, dispuestos a dormir en pequeños colchones de plástico
en la cubierta, compartir un pequeño baño y compartir unas sencillas pero
deliciosas comidas, preparadas con mucho esmero por la tripulación.
El tercer día, por la tarde, llegamos a la enorme isla de Komodo. En
una de sus bahías pasaríamos la noche, esperando el momento de desembarcar.
Tras una plácida noche, esta vez, por fin, sin el ruido de los motores, nos
dirigimos a la entrada del Parque Nacional de Komodo. Obviamente nadie puede entrar
por su cuenta. La visita se hace, obligatoriamente, acompañado de unos guías,
que vigilan por la seguridad de los turistas.
Los humanos no se libran de sus dientes. Desde el año 1974, los
dragones han mordido a 30 personas, de las cuales 5 fallecieron! De hecho,
durante esos días permanecía todavía en el hospital un turista de Singapur que
entró en el parque por su cuenta, y al que mordió un dragón. Se temía por su
vida.
El Parque Nacional de Komodo incluye además la vecina isla de Rinja, en
donde también habitan los dragones. Según dicen, como es más pequeña y hay
menos alimento, los de aquí suelen ser más agresivos. Por si acaso, no nos
separamos de los guías en ningún momento…
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