Bye bye Sri Lanka
En los cuatro blogs anteriores he relatado mi recorrido desde Colombo
hacia las costas del sur. Unas vacaciones de sol y playa salpicadas por algunos
monumentos que no pueden dejarse de ver, como la ciudad colonial de Galle.
Desde allí me adentré en la zona montañosa central para visitar algunos de los
paisajes más idílicos del país, densos bosques y interminables plantaciones de
te. Le siguieron las ruinas de los antiguos reinos, Anuradhapura, Seguidilla, o
Polonaruwa. Y finalmente me aventuré a visitar el norte, castigado por una larga guerra que duró hasta el año 2009.
Me quedaban todavía unos diez días antes de tomar mi vuelo hacia Kuala
Lumpur, así que decido hacer un recorrido de despedida por aquellos lugares que
más me gustaron, haciendo algunas cosas que por pereza o por logística se
quedaron en el tintero. Vuelvo a la bonita ciudad de Kandy para tomar el tren
hasta Hatton, allí coincido con dos amigas que había conocido en Jafna, y juntos
nos proponemos subir al Pico de Adán (Adam’s Peak), o, como lo llaman aquí, Sri
Padaya.
Sri Padaya
Sri Padaya es un lugar sagrado al que peregrinan gentes de todo el
país. El ascenso no es moco de pava. Sus 5.000 escalones son todo un reto, y
las altas temperaturas obligan a iniciar el ascenso después de la media noche.
La idea, para todos los turistas que la visitan, es llegar temprano y disfrutar
desde la cima de la salida del sol, y de unas vistas espectaculares.
Nosotros, seguros de nuestra buena forma física, empezamos a las 2:30
de la mañana. No contemplamos que abril es el último mes en que se puede
acceder a la montaña. Coincide con el fin de año y todos aquellos que fueron
dejando el peregrinaje para más tarde tienen ahora prisa por ejecutarlo. El
hecho es que había tal cantidad de peregrinos que no pudimos acceder a la cima.
Nos quedaban unos 100 escalones, pero ya no cabía más gente y cerraron el
acceso. Nos quedamos atrapados en el último tramo, una escalera estrecha desde
la que vimos salir el sol.
Ela Rock
Agotados, regresamos a Hatton. Después de comer y de visitar una
fábrica de té me metí en la cama para una merecida siesta. A la mañana
siguiente volvería tomar el tren hasta Ela. En mi primera visita había subido
al Pequeño Pico de Adán, pero no me atreví con la Roca de Ella, que decían que
suponía un buen esfuerzo. Esta vez sí, subiré hasta la Roca de Ela. Para ser
honesto, no era mi propósito, pero en Sri Padaya conocí a Mateo y Simone, dos
italianos que me convencieron para acompañarlos. La verdad es que es otro
palizón, pero las vistas que uno tiene desde la cima compensan de sobras el
esfuerzo.
De vuelta al sur
Desde Ella regresé a Mirissa, uno de los lugares del sur que atrae más
turistas. Paseando por sus lindas playas coincidí con otros amigos, con los que
pasamos una velada fantástica. Y al día siguiente, como no, nos reencontramos
en “Secret Beach”. Esta vez aproveché para visitar la cercana Welligama, de la
que me habían hablado muy bien. Famosa por su fuerte oleaje, atrae a los
amantes del surf.
Y desde allí, no pude resistirme a pasar otra noche en la maravillosa
Galle, esa joya colonial que tanto me impresionó al inicio de mi viaje.
Mi último destino sería la ciudad de Negombo, al norte de Colombo y
mucho más cercana al aeropuerto. Me hospedé en el muy acogedor Hangover Hostel,
y allí aprovecharía para lavar toda mi ropa, que buena falta le hacía, e ir
mentalizándome para dejar tan maravilloso país. Con dos días por delante,
todavía tuve tiempo de pasear por sus playas y visitar el mercado del pescado,
una visita muy recomendable.
Restaurante recomendado en
Mirissa No1 Dewmini Roti Shop
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