divendres, 2 de juny del 2017

Sri Lanka 5

Bye bye Sri Lanka


En los cuatro blogs anteriores he relatado mi recorrido desde Colombo hacia las costas del sur. Unas vacaciones de sol y playa salpicadas por algunos monumentos que no pueden dejarse de ver, como la ciudad colonial de Galle. Desde allí me adentré en la zona montañosa central para visitar algunos de los paisajes más idílicos del país, densos bosques y interminables plantaciones de te. Le siguieron las ruinas de los antiguos reinos, Anuradhapura, Seguidilla, o Polonaruwa. Y finalmente me aventuré a visitar el norte, castigado por una larga guerra que duró hasta el año 2009.

Me quedaban todavía unos diez días antes de tomar mi vuelo hacia Kuala Lumpur, así que decido hacer un recorrido de despedida por aquellos lugares que más me gustaron, haciendo algunas cosas que por pereza o por logística se quedaron en el tintero. Vuelvo a la bonita ciudad de Kandy para tomar el tren hasta Hatton, allí coincido con dos amigas que había conocido en Jafna, y juntos nos proponemos subir al Pico de Adán (Adam’s Peak), o, como lo llaman aquí, Sri Padaya.



Sri Padaya


Sri Padaya es un lugar sagrado al que peregrinan gentes de todo el país. El ascenso no es moco de pava. Sus 5.000 escalones son todo un reto, y las altas temperaturas obligan a iniciar el ascenso después de la media noche. La idea, para todos los turistas que la visitan, es llegar temprano y disfrutar desde la cima de la salida del sol, y de unas vistas espectaculares.


Nosotros, seguros de nuestra buena forma física, empezamos a las 2:30 de la mañana. No contemplamos que abril es el último mes en que se puede acceder a la montaña. Coincide con el fin de año y todos aquellos que fueron dejando el peregrinaje para más tarde tienen ahora prisa por ejecutarlo. El hecho es que había tal cantidad de peregrinos que no pudimos acceder a la cima. Nos quedaban unos 100 escalones, pero ya no cabía más gente y cerraron el acceso. Nos quedamos atrapados en el último tramo, una escalera estrecha desde la que vimos salir el sol.



Ela Rock


Agotados, regresamos a Hatton. Después de comer y de visitar una fábrica de té me metí en la cama para una merecida siesta. A la mañana siguiente volvería tomar el tren hasta Ela. En mi primera visita había subido al Pequeño Pico de Adán, pero no me atreví con la Roca de Ella, que decían que suponía un buen esfuerzo. Esta vez sí, subiré hasta la Roca de Ela. Para ser honesto, no era mi propósito, pero en Sri Padaya conocí a Mateo y Simone, dos italianos que me convencieron para acompañarlos. La verdad es que es otro palizón, pero las vistas que uno tiene desde la cima compensan de sobras el esfuerzo.





De vuelta al sur


Desde Ella regresé a Mirissa, uno de los lugares del sur que atrae más turistas. Paseando por sus lindas playas coincidí con otros amigos, con los que pasamos una velada fantástica. Y al día siguiente, como no, nos reencontramos en “Secret Beach”. Esta vez aproveché para visitar la cercana Welligama, de la que me habían hablado muy bien. Famosa por su fuerte oleaje, atrae a los amantes del surf.


Y desde allí, no pude resistirme a pasar otra noche en la maravillosa Galle, esa joya colonial que tanto me impresionó al inicio de mi viaje.


Mi último destino sería la ciudad de Negombo, al norte de Colombo y mucho más cercana al aeropuerto. Me hospedé en el muy acogedor Hangover Hostel, y allí aprovecharía para lavar toda mi ropa, que buena falta le hacía, e ir mentalizándome para dejar tan maravilloso país. Con dos días por delante, todavía tuve tiempo de pasear por sus playas y visitar el mercado del pescado, una visita muy recomendable.





  

 Restaurante recomendado en Mirissa   No1 Dewmini Roti Shop

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