divendres, 9 de setembre del 2016

Croacia, Montenegro, Bosnia y Albania 2016

Un paseo por los Balcanes

  
Transcurridos 20 años desde el brutal conflicto que sacudió a nuestros vecinos del otro lado del Mediterráneo, los países balcánicos son ahora foco de atracción para turistas de todo el mundo. Sus preciosas playas de azul turquesa, sus agrestes valles, montañas, cañones y ríos, y como no, sus pintorescos pueblecitos medievales e impresionantes monumentos, los convierten en un atractivo destino turístico. Por no hablar de su excelente cocina, que deleita el paladar de los más exigentes.

 Dubrovnik

Pero vayamos por partes, pues aunque con una historia y una lengua común, muchas son las diferencias entre ellos. Depende de lo que busque el visitante.

En esta ocasión volé a la turística Dubrovnik. Un destino tan solicitado que, a pesar de su pequeño tamaño, está bien servido por compañías aéreas de todos los colores.

Croacia

 
Este es un país que se me resiste. Lo crucé por primera vez en 1987, en tren, de camino a Grecia. Poco vi, y poco invitaban a quedarse las maneras bruscas y autoritarias de los agentes del orden del dictador Tito que registraban a los pasajeros del tren. Era antes de la brutal guerra que, de 1991 a 1995, sacudiría los Balcanes. Croacia no era todavía el destino turístico en que se ha convertido en los últimos años. 
 
La segunda vez fue en agosto de 1997, acompañando a unos amigos bosnios a Sarajevo, en donde se reencontrarían con sus familias, justo después de finalizar el conflicto armado. Tampoco fue nada agradable el trato recibido por las autoridades y fuerzas del orden del país. Quizá por eso no ha sido nunca un destino prioritario para mí. 

  
En esta ocasión llegaba con ganas de conocer las maravillas de las que todos hablan al referirse a Croacia. La bellísima Split, Trogir, el Parque Nacional de los Lagos Plitvice, las islas de Hvar, Brac, Korkula o Mljet, con sus aguas turquesas, y tantos otros lugares. Pero de nuevo todo iba a quedar para otra ocasión. La amiga con la que tenía que encontrarme en Dubrovnik ya lo había visto casi todo, así que tendría que conformarme con la perla del Adriático, que no es poca cosa…

Dubrovnik


Es verdad, es muy turístico, y en verano está abarrotado de gente. Y cuando llegan los cruceros, la marabunta humana inunda cada rincón de la ciudad y cuesta desplazarse de un lugar a otro. Pero sólo es cuestión de esperar a que se vayan. Si hay tanto turismo es porque vale la pena visitarla. Y por eso fue declarada Patrimonio Universal por la Unesco en 1979. Es una ciudad bellísima, llena de encantos, y si uno busca un poco, hasta es posible encontrar rincones tranquilos a los que no llegan la mayoría de turistas.



 
Aunque bombardeada en 1991 por serbios y montenegrinos, la ciudad ha sido completamente restaurada y apenas quedan huellas de aquel descomunal despropósito.




La antigua Ragusa, que los últimos descubrimientos arqueológicos sitúan ya en el Siglo VI, si no antes, recibió su nombre actual, Dubrovnik, en el Siglo XII. Por su situación estratégica y las impresionantes murallas que la rodean y la ponen a salvo de posibles ataques, ya desde el S. XIV se convierte en uno de los puertos comerciales marítimos más importantes del Adriático. La República de Dubrovnik, uno de los estados nación más prósperos y avanzados de la época, destaca, entre otras cosas, por establecer uno de los primeros sistemas de abastecimiento de agua de la época medieval, uno de los primeros orfanatos del mundo, o una de las primeras farmacias de Europa. Además abolió la esclavitud y prohibió el tráfico de esclavos en 1416.














El visitante necesita varios días para visitar a conciencia las murallas y los diferentes edificios medievales que albergan en su interior. No voy a citarlos aquí porque el número es ingente, y encontraran amplia información en cualquier guía turística. La Dubrovnik Car, que se puede adquirir en los puntos de información de la ciudad, permite acceder de manera más económica a los más importantes. 


 
Pero no deben perderse el Palacio del Rector, la sede del poder en el S.XV, un edificio bellísimo, hoy también famoso por albergar algunas de las escenas de la popular serie “Juego de Tronos”. En la puerta de entrada se haya inscrita una frase dirigida a los gobernantes que deja constancia del carácter abierto y moderno de la ciudad ya en aquella época medieval: “Olvidad los asuntos privados, ocuparos de los asuntos públicos”. 


 Este lugar se caracteriza también por una excelente acústica, y por eso se celebran en su interior los conciertos de música de cámara del Festival de Verano de Dubrovnik. Yo tuve la suerte de poder asistir al impresionante concierto de piano de Aljosa Jurinic, un joven pianista croata que atesora ya un sinfín de galardones internacionales, como el primer premio del Queen Elisabeth Piano Competition este año 2016. 
 
Montenegro


Dubrovnik se encuentra al sur de Croacia, al lado mismo de Montenegro. Y por esa razón, puesto que mi acompañante ya había visitado el norte, decidimos dirigirnos hacia el país vecino, menos conocido, menos turístico, y más barato…

Kotor


Nos esperaban un buen número de sorpresas. La primera de ellas, Kotor, una pequeña población amurallada, declarada también Patrimonio de la Humanidad, junto con la bahía en la que se encuentra. Sus murallas, de 20 metros de altura y hasta 15 de ancho en algunos lugares, datan del S. XII, aunque fueron remodeladas varias veces a lo largo de los siglos posteriores. Tienen forma triangular en la zona que da al mar, para luego ascender montaña arriba formando la fortaleza de San Juan, a la que se llega tras 1.350 peldaños, y que le recuerda a uno la muralla china. 

 Catedral de San Triphon de 1166









 
El número de edificios destacables que albergan las murallas es impresionante. Palacios, iglesias, plazas y conventos muy bien conservados le dan una atmósfera mágica. Pasear por sus callejuelas, sentarse en las terrazas que albergan las irregulares plazas y degustar su excelente cocina son todo un placer para el visitante. Recomiendo el restaurante Luna Rossa, sencillamente , excelente.


Al día siguiente aprovechamos para recorrer, en barco, la Bahía de Kotor. En ella se encuentra la pintoresca localidad de Perast, con sus dos islas que albergan dos iglesias, como la de Nuestra Señora del Peñasco, que nos detenemos a visitar. Más al sur, el fuerte de Mamula, en la isla de Lastavica. Y muy cerca, en tierra firme, el Monaterio de Zanjic, y la turística playa de Zanjica.




Sveti Stefan


Un autobús de línea nos traslada cómodamente, en unos 45 minutos, a la vecina localidad de Sveti Stefan. Básicamente un lugar de veraneo, con una bonita playa, en el que destaca un bellísimo islote repleto de casitas, al que se accede por una rampa que lo conecta con el continente. 
 

Ese bellísimo lugar era el objetivo de nuestra visita, y ahí nos dirigimos, tras dejar las mochilas en la habitación con vistas que habíamos conseguido en la montaña que se haya justo delante. Y que grande la sorpresa cuando se nos informa que toda la península es un hotel privado, Àman, Resort & Spa, que sólo puede visitarse en un tour que cuesta 20 euros, o si se tiene reserva para almorzar o cenar. Puesto que allí estábamos, reservamos para la cena.




Imaginamos que nos costaría un ojo de la cara, como así fue; cuatro veces más de lo que costaba cenar en cualquier otro restaurante del lugar. Pero que valdría la pena, por hacerlo en un lugar tan fascinante, bello y único. Como así No fue. No se lo recomiendo a nadie. La cena fue, sin ninguna duda, la peor de todo el viaje. El servicio excelente, pero la comida, increíblemente, terrible. No queda justificado el dispendio. Mejor el tour, porque pasearse por sus callejuelas, ver esas casitas, hoy transformadas en 50 habitaciones de lujo, y las iglesias muy bien conservadas, sí vale la pena. 

  
También es muy recomendable tomar el sendero que, resiguiendo la arbolada costa, lleva a un par de bellísimas playas, eso sí, privadas.



Stari Bar


Nos fiamos de un taxista ilegal que promete llevarnos hasta nuestro próximo destino, la bellísima Stari Bar, la ciudad antigua de la más moderna y turística Bar. La primera se encuentra en el interior, en las montañas. La segunda en la costa, al lado de interminables playas, que la han convertido en un destino veraniego por excelencia. 
 
Nos engaña y nos deja…, aún no sabemos seguro dónde, en otra localidad costera cercana a nuestro destino. Los controles policiales parecen ser la causa… Allí tomamos un bus, que, ahora sí, nos acerca, después de pasearnos por todas las playas de Bar, a Stari Bar.





Nos alojamos en el Konoba Kula Guest House, un lugar absolutamente recomendable, muy acogedor, económico, al lado mismo de la antigua ciudad amurallada y con un restaurante excelente. La empinada calle que lleva a la fortaleza se encuentra repleta de acogedoras terrazas en las que vale la pena refrescarse con un delicioso zumo natural de granada. 

 Hamman

 Lapidarium

Torre del Reloj


Ulcinj 

  
Al sur de Montenegro, tocando a la vecina Albania, se encuentra una bonita ciudad, Ulcinj. Fundada por los griegos y dotada de excelentes defensas por los romanos, cuelga sobre el mar, con vistas a las mejores puestas de sol. El Stari Grand, el casco antiguo, es de una gran belleza. Es el lugar perfecto para perderse por sus callejuelas y probar los mejores platos. El restaurante “Hary” ofrece un pescado fresquísimo que sale a pescar el mismo propietario cada mañana, según nos dijo. Más abajo el restaurante Antígona presume de tener la mejor puesta del sol. Ahí cenamos mientras veíamos el cielo de la tarde encenderse de rojo desde nuestra mesa. Y para tomar algo y bañarse, nada como el “Sunset bar”. 


Pero cuando se sale de este recinto amurallado, la realidad cambia totalmente. Un típico lugar de playa repleto de gente paseando por su paseo marítimo, lleno de terrazas, bares musicales, restaurantes, heladerías y tiendas de todo tipo. Familias enteras se sientan en el muro que se alza delante de la playa contemplando a los que pasean, o a las niñas que bailan danzas tradicionales para obtener algo de dinero. Otros se distraen con las máquinas tragaperras que alguien ha colocado en la misma calle, o comprando en las paradas de artesanía… 

 

Albania

Albania se encuentra demasiado cerca como para no ser visitada. Una tentación que no pudimos evitar. Eso sí, como no disponíamos de mucho tiempo nos conformamos con Tirana, la capital. Lo justo para llevarse una idea de este misterioso país, que estuvo vetado a los extranjeros hasta los años 90, y del que no podía salir nadie. El dictador Hoxha rompió relaciones con todos los países comunistas, a los que acusaba de haber traicionado los ideales del comunismo, y aisló el país durante más de 20 años.



Sin saberlo, nos alojamos en una de las zonas más animadas de la ciudad, el barrio en donde vivían los miembros del gobierno comunista, conocido como zona bunker y vetado durante años al resto de mortales. Hoy está repleto de cafés, bares y restaurantes. 

 Bunker, cerca de la antigua residencia de Hoxha
 
En nuestro segundo día en la ciudad decidimos tomar un guía local que nos habían recomendado y con el que recorrimos las principales atracciones turísticas de la ciudad: la ópera, el palacio de cultura, el hotel Tirana Internacional, una muestra de la arquitectura comunista, una de las pocas mezquitas que no destruyó el comunismo, “la Pirámide”, un edificio en ruinas que tenía que ser el mausoleo del dictador, o la iglesia católica, con la imagen de la Madre Teresa de Calcuta, que, por si no lo saben, era albanesa. Y por supuesto, la más conocida de las imágenes de este país, la estatua ecuestre de Seshi Skenderbej, el héroe albanés por antonomasia, que logró vencer a los turcos.




 
Pero lo más interesante del tour fueron sin duda los comentarios de este despierto guía, que en un buenísimo inglés, nos explicó un montón de anécdotas sobre como se vivía en aquella Albania comunista. Los medios de comunicación se esforzaban en hacerles creer, y lo conseguían, que aquel era el mejor país del mundo. Las imágenes que se mostraban de los sin techo de Estados Unidos era una prueba irrefutable de lo mal que se vivía en los países capitalistas.





 
Sólo comían productos locales, pues nada se importaba al país. Hasta los 90 no probaron los plátanos. El pan y las verduras eran el alimento habitual y con la cartilla de racionamiento se tenía acceso a 2 quilos de carne al mes. Los más mayores dicen que era un país mucho más limpio que el actual, y es que no había botellas de plástico, ni latas, ni goma de mascar…

Anécdotas a parte, la historia de Albania resulta fascinante. Y vale la pena echarle un vistazo. Democracia, monarquía, fascismo, comunismo y una diáspora responsable de que unos 4 millones de albaneses vivan hoy fuera de este pequeño país de casi dos millones de habitantes. 


De regreso a Montenegro


 
Desde Tirana tomamos un bus directo a Podgorica. Por 15 euros, y en poco más de 3 horas, nos plantamos en la capital de Montenegro. Nos hospedamos en el centro, al lado mismo del “old town”, que parece un pueblecito detenido en el tiempo y alrededor del cual creció la ciudad. 
 

 
A pesar de ser la capital del país, no hay mucho que ver. Unas mezquitas, el Palacio de Invierno de Nicolás I (1891), la Catedral Ortodoxa de la Resurección de Cristo (1993) y el Puente del Milenio


Podgorica, ubicada en una llanura, cruzada por el río Morcaîa y su afluente, el Ribnica, y a 44 metros sobre el nivel del mar, es un lugar tranquilo, muy caluroso en verano, aunque rodeado de frescos parques por los que pasean sus habitantes. Apenas atrae turistas.
Virpazar


A 30 minutos hacia el sur se encuentra la bellísima población de Virpazar, pegada a las orillas del lago Skadar, un mar interior de 44 km de largo por unos 14 de ancho, que comparten Montenegro y Albania. Este Parque Nacional de 40.000 hectáreas constituye la mayor reserva de aves de Europa y es conocido por ser refugio natural de los pelícanos del continente, entre otras especies. 



  
Cetinje 


 Monasterio de Cetinje

Y también en 30 minutos de Podgorica, pero al oeste, se encuentra unos de los lugares imprescindibles en todo viaje a Montenegro. Cetinje, la antigua capital del país, en dónde se haya enterrado el rey Nicolás I, y sede de la Iglesia Ortodoxa Serbia en Montenegro, y la Iglesia Ortodoxa Montenegrina. 



  
Una población pequeña, pero con una serie de edificios interesantes para visitar, como el Museo del Rey Nicolás, la fortaleza del obispo de Montenegro, el Monasterio de Cetinje, o las sedes de las antiguas embajadas de Gran Bretaña, Alemania, Francia o Italia, entre otras. 




 

Bosnia y Herzegovina


No estaba en nuestros planes, pero no quería dejar los Balcanes sin pasar de nuevo por Sarajevo para visitar a mis amigos. Un trayecto de menos de 6 horas en bus une Podgorica con la capital de Bosnia y Herzegovina. Un recorrido que bien vale la pena, pues se atraviesan algunos de los paisajes más salvajes y sorprendentes de ambos países. Elevadas montañas, pronunciados cañones y caudalosos ríos en los que se practica el rafting y otros deportes de aventura.

  
Resultó tan fascinante el viaje que apenas nos dimos cuenta y ya estábamos en Sarajevo. La ciudad, asediada y bombardeada sin escrúpulos por las fuerzas serbias durante la guerra que tuvo lugar de 1991 a 1995, se ha recuperado ya de las graves heridas infligidas. Aún quedan rastros de aquella ignominia, edificios en ruinas, fachadas que muestran todavía los boquetes de balas, bombas y granadas, pero en general la ciudad ha renacido de nuevo.

El centro vuelve a brillar con sus bellísimos edificios otomanos, iglesias de todas las confesiones, la antigua biblioteca, hoy totalmente restaurada y abierta al público, sus puentes, y como no, las nuevas y modernas edificaciones que se levantan desafiantes como símbolo de la capacidad de resistencia de un pueblo que sufrió el azote del fanatismo y la intolerancia. 







  
Sus calles, cafés y restaurantes, en donde se deleita uno con la mejor comida de los Balcanes, estaban llenos de turistas, y más esos días, en que coincidimos con el Festival de Cine de Sarajevo, y al que acudió, como invitado, Robert de Niro


 
 Turistas de Oriente Medio
  
Otra visita imprescindible si se pasa por la capital de Bosnia es la exposición “Sbrenica Exhibition. Memorial Gallery 11/07/95” y “The Siege of Sarajevo. Grettings from Sarajevo 1993”, que se expone en el U.E. Kultura Sjecanja, al lado de la Catedral, y que, a través de fotografías y unos videos impactantes ofrecen una buena idea de lo que fue y supuso la guerra. 





 

Mostar


A mitad de camino entre Sarajevo y Dubrovnik, lugar al que debía regresar para tomar mi vuelo de vuelta a Barcelona, se encuentra la bellísima localidad de Mostar. El Puente Viejo, de 1566, una maravilla de la arquitectura otomana, destruido en 1993, durante la guerra, por las fuerzas croatas, y reconstruido después, se ha convertido en un símbolo de la superación de aquel conflicto. Durante el día puede verse a algunos saltadores lanzarse a las aguas del río Neretva desde los más de 20 metros de altura, a cambio de algunos euros.



  
Antiguas construcciones medievales, torres y mezquitas han sido restauradas, aunque todavía quedan muchas muestras de la destrucción que asoló esta población, muy cercana a Croacia. Interesante visitar la Plaza de España, inaugurada por el Rey Juan Carlos I, y en dónde una placa recuerda los soldados españoles fallecidos en aquel lugar. 


  
Tras una magnífica cena con vistas al puente iluminado, y un baño de pies matinal antes de tomar el bus a Dubrovnik, decíamos adiós a este acogedor país.




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