dimecres, 22 de maig del 2013

Isla de Pascua


Rapa Nui

Te Pito o Te Henua

“El ombligo del mundo”



Dice la leyenda que hace 1.500 años, el Rey Hotu Matua y su hermana Ava Rei Pua desembarcaron con todo su séquito en la isla más remota del planeta, a la que llamaron Rapa Nui, “El ombligo del mundo”. No se sabe exactamente de donde venían ni porqué se arriesgaron a llegar hasta allí, pero poblaron aquel oasis y desarrollaron una cultura única cuyo misterio todavía hoy perdura. Y así permanecieron aislados de mundo por más de 1.000 años, pensando quizá que eran los únicos habitantes del planeta.

El 5 de abril de 1722 unos marinos holandeses desembarcaron en la isla, bautizándola como Isla de Pascua. Encontraron un lugar sin árboles, habitado por un pueblo dividido en clanes guerreros. También hallaron los misteriosos Moai, construidos a lo largo de los siglos y destruidos posteriormente. Que había ocurrido durante todos aquellos años es un enigma todavía por resolver…





S. XXI



Quino, el viajero, llega a la isla, tras un cómodo vuelo de 5 horas y media desde la ciudad de Santiago de Chile. Un barco que zarpa de Valdivia una vez al mes y tarda 8 días en llegar a Pascua es la única alternativa al avión, muy económica por cierto. Ha oído hablar de los famosos Moai, pero que otras cosas se encontrará allí es también un misterio. Como es habitual en él, llega sin reservar ningún hotel. Las opciones encontradas en Internet eran demasiado caras. Imaginaba que sobre el terreno encontraría algo más económico, como así fue.



En el avión se sienta junto a él una joven rapanui. És bailarina de danzas tradicionales y viene de actuar en el norte de Chile. Ella tiene unos vecinos que arriendan habitaciones, y nada más aterrizar los llama por teléfono. Así aparecen y lo acompañan hasta la casa. Desde aquel mismo instante tiene la impresión de ser acogido por una familia que además de darle consejos muy útiles sobre como visitar la isla, lo tratan como un miembro más. Con ellos degustará los deliciosos pescados locales y compartirá barbacoas familiares.







Residencial Tua Pae


Los tiempos han cambiado mucho desde aquel domingo de Pascua de 1722. La CONAF (Corporación Nacional Forestal) lleva 15 años repoblando la isla y uno se encuentra ya con densos bosques de agradables sombras. Los Moais, que habían sido derribados después de los conflictos entre los diferentes clanes por la escasez de madera y alimentos, han sido, en parte, devueltos a sus Ahu (altares). Y los rapanui que sobrevivieron a la persecución de los esclavistas europeos, vuelven a tener el control sobre su tierra (nadie que no sea de su clan puede adquirir tierras en la isla), e incluso pueden escolarizar a sus hijos en escuelas en donde se habla la lengua originaria.

 Ahu Tonariki "El altar mayor de Rapa Nui"

Palmeras reforestadas y miembro de la Conaf


Vista calle principal de Hanga Roa







Los rapanui son muy celosos de su cultura, y por eso no han permitido la llegada a la isla de cadenas hoteleras o comerciales, e incluso han rechazado la instalación de un casino. Pascua es un mundo a parte, con pequeños hoteles y negocios familiares. Las familias viven diseminadas en pequeñas casas rodeadas de mangos, aguacates, papayas y flores tropicales. Todo transcurre con absoluta tranquilidad, sin prisas, saboreando cada instante. Disfrutan de la vida, de todo lo que les ofrece la isla (pesca, submarinismo, surfing), y hasta en las discotecas no se escucha más que su música, pegadiza, vibrante y llena de energía.








La mayoría de turistas no permanecen en la isla más de 3 o 4 días, máximo una semana, quizá porque es bastante más cara que el continente (la comida suele costar el doble o el triple). Precisamente por ello, Lan (la compañía aérea chilena) permite llevar hasta 40 quilos, y no pone ninguna objeción en subir a bordo comida y líquidos. Pero en plazo tan corto uno no tiene tiempo más que de visitar los principales lugares turísticos. Sólo una estancia más larga permite acercarse a la cultura propia del lugar, y empezar a descubrir un mundo y una manera de vivir absolutamente fascinantes.




 Tahai
 Pinturas rupestres en la cueva Ana Kai Tanata
 Cráter del volcán Rano Kau



 Aldea ceremonial de Orongo

 Puna'a Pau, la cantera del Pukao


 Ahu Akivi

 Vistas desde el cerro Terevaka
 el más alto de la isla (510 mt)



 Vinapu
 Akahana: tumba del Rey Hotu Matu'a

 Volcán Rano Raraku, la cantera de los Moai




 Te Pito Kura, el ombligo del mundo

 Anakena, bahía de los Grandes Reyes



Isla Volcánica



La isla se originó a partir de la erupción de distintos volcanes, la última de las cuales se estima que ocurrió hace unos 10.000 años atrás. La lava solidificada se encuentra por doquier. Formó la agreste costa rocosa sobre la que chocan las violentas olas del Pacífico, y quilómetros de cuevas subterráneas, muchas de las cuales fueron utilizadas por los rapanui para ocultarse en periodos de guerra. En algunas se aprovecha el microclima y la humedad que mantiene la lava  para plantar plataneras, taro, maica, matute y otras plantas alimenticias. 



Recomendaciones


Es muy aconsejable visitar el Museo Arqueológico P. Sebastian Englert. Es pequeñito, pero muy interesante y pedagógico. Una buena manera de adentrarse en la historia conocida de Rapa Nui i el pueblo que lo habitó. Y una posibilidad única de ver algunos de los objetos más preciados encontrados en las diferentes excavaciones arqueológicas, que todavía hoy siguen realizándose.




Tampoco debe perderse alguno de los espectáculos de música tradicional que se dan en diferentes locales de Hanga Roa. Los hay de música y danzas exclusivamente Rapanuis, o los que lo combinan con danzas polinésicas. Algunos locales también ofrecen cena tradicional.




Y si se viaja solo, y no se está en forma para recorrer 40 quilómetros en bicicleta, es una buena idea buscar otros compañeros de viaje con los que arrendar un coche y poder recorrer cómodamente la isla, visitando todos los lugares de interés. Es una buena manera de hacer amigos.







1 comentari:

  1. Com sempre, Quino, les teves cròniques viatgeres són fascinants. Ja tinc ganes de llegir-ne més!

    Berta

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