dijous, 26 de febrer del 1998

Japón y Corea 1998

El país del Sol Naciente
Nagoya, Ise, Nara, Kyoto, Tokyo, Kamakura, Takayama, Gero

"Salimos del aeropueto con dirección a un pequeño pueblo en donde vivían los padres de Misa, la esposa de mi amigo Takao. Habían planeado pasar el día con ellos. Su padre hablaba inglés y eso facilitó que pudiésemos conversar largo y tendido. Nos pasamos el día sentados en el suelo, tomando te y dulces, con las piernas bajo una mesa en la que había una estufa que nos manternía bien calentitos. Vivían en una casa tradicional japonesa, de madera, con habitaciones muy acogedoras, suelos de tatami y papel de arroz en las ventanas, absolutamente preciosa".


"Para cenar prefirieron llevarme a un restaurante muy exclusivo. Una mujer, vestida de manera tradicional abría y cerraba la puerta del espacio privado en que cenábamos. Delicadas paredes de madera y papel de arróz que nos aislaban completamente del resto de las habitaciones. Cada vez que se abria la puerta corrediza, entraban nuevos y apetitosos platos. Primero el sushi, después tempura, diferentes tipos de pescado cocinados de manera muy diversa, sopa de miso, caviar, verduras, carne cruda, que debíamos cocinar encima de una piedras calientes depositadas sobre la mesa, pollo con verduras y todo ello acompañado con té japonés y sake".



Corea del Sud

"El 21 de enero de 1998 tomé el avión de Asiana Airlines con destino a Seúl, la capital de Corea del Sur. Mi amigo Baek me esperaba en el aeropuerto, tal como habíamos quedado. Fue una suerte. Nada más llegar intenté sacar dinero de un cajero automático. Solicité la ayuda de Baek, pues los números estaban solo en coreano, pero de nada sirvió. Un empleado de la oficina de cambio del aeropuerto nos explicó que no era posible sacar dinero con la Visa en ningún lugar del aeropuerto. Era necesario trasladarse al centro, al único banco en donde esto era posible. Enseguida descubrí, sorprendido, que en Corea, en aquella época, no existian los famosos ATM, cajeros automàticos, que en occidente estamos acostumbrados a encotrar por todas partes. Esto cambiaría muy pronto, y en un segundo viaje que realizé a Corea en el 2004, justo después de celebrarse en ese país el Mundial de Futbol, el panorama era totalmente distinto. Los cajeros habían proliferado por doquier, y las señales de todo tipo se encontraban también en inglés".



Pero en ese momento, Corea era un país absolutamente desconocido, al que no viajaba nadie, y que vivía todavía bastante aislado del mundo. Los únicos occidentales que encontré en la ciudad eran profesores nativos de inglés, ingleses o americanos que se aprovechaban del auge de las escuelas de idiomas. Corea estaba despegando, y los coreanos se preparaban para comerse el mundo.


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