Fin de Año en Nápoles y Costa Amalfitana
Un
fin de año más, y un lugar próximo que pueda abarcarse en los 7
días de que disponemos. Esta vez le toca a Italia y optamos, mi
amiga Nieves y yo, por la ciudad de Nápoles. Hay tanto que ver que
podríamos quedarnos aquí todo el tiempo, pero decidimos dedicarle
unos días a la cercana Pompeya y la increíble Costa Amalfitana.
Una pequeña dosis del sur de Italia que nos ha dejado con ganas de
más…
Si
os apetece viajar un poco, acompañarme en este rápido viaje. Espero
que mis comentarios y las fotos os animen a cruzar el Mediterráneo y
visitar este cercano e impresionante país, siempre lleno de
sorpresas.
Bella
Italia
Llegamos
por la tarde a Nápoles.
Nos hospedamos en el Hotel
Ideal,
sencillo, pero muy céntrico, en la Plaza Garibaldi. Un lugar muy
conveniente, justo al lado de donde para el bus del aeropuerto, que
se encuentra a unos 20 minutos del centro, enfrente de la estación
de trenes, y de una boca de metro.
Pasearemos
por el centro, por las animadísimas calles de Via
Tribunali
y Via
Croce.
Las pequeñas calles cercanas a la Iglesia de San
Lorenzo Maggiore, como
Gregorio Armeno la de los pesebres, que acoge un sinfín de
tiendecitas de figuras y otros elementos habituales de las fiestas
navideñas en Italia. Casas viejas y con solera, con amplios patios
acogen exposiciones de elaborados pesebres. Una marea humana que se
mueve como puede por estrechas calles abarrotadas de gente. Y por
todas partes, apetitosos restaurantes en donde se sirve deliciosa
comida y a buen precio. Las largas colas indican los mejores sitios.
Y en uno de esos nos metemos…
Al
día siguiente, después de un delicioso desayuno, tomamos el tren
hacia Pompeya. La línea Circumvesuviana te deja justo al lado de una
de las entradas al complejo de la antigua Pompei, la ciudad arrasada
por la explosión del Vesuvio. Desde allí mismo se organizan tours a
la cima del imponente volcán, que en esos días estaba bien nevado.
Muchos turistas van y vienen el mismo día, en una visita que se
puede hacer cómodamente desde Nápoles.
Nosotros
optamos por pasar la noche en esta ciudad, y así continuar al día
siguiente hacia Sorrento, punto final de la misma línea de tren. En
ese caso, es más conveniente tomar la línea 2 Trenitalia, la que va
a Salerno, y que deja en el centro de la moderna ciudad de Pompeya.
Allí nos hospedamos en un bellísimo alojamiento, “La Corte delle
Vanità”, a unos minutos de otra de las entradas al histórico
complejo que atrae hasta aquí a tantos turistas.
Un
billete de 13 euros te permite la entrada por tres días, o si se
prefiere, se puede visitar también la vecina Herculano. De todas
formas, en un solo día, bien completo, puede verse fácilmente todo
el complejo museístico.
Y allí estábamos nosotros, dispuestos a quedar impresionados por uno de los lugares turísticos más emblemáticos de Italia. Pompei, esa ciudad sorprendida por la furia de un volcán que la sepultó bajo las cenizas un 24 de agosto del año 79 después de Cristo. Casas señoriales, ricamente decoradas con pinturas, esculturas y mosaicos, tiendas y restaurantes en donde se servían deliciosos manjares, teatros, anfiteatros, gimnasios, templos y hasta casas de buena vida en donde se desbordaban las pasiones.
Y allí estábamos nosotros, dispuestos a quedar impresionados por uno de los lugares turísticos más emblemáticos de Italia. Pompei, esa ciudad sorprendida por la furia de un volcán que la sepultó bajo las cenizas un 24 de agosto del año 79 después de Cristo. Casas señoriales, ricamente decoradas con pinturas, esculturas y mosaicos, tiendas y restaurantes en donde se servían deliciosos manjares, teatros, anfiteatros, gimnasios, templos y hasta casas de buena vida en donde se desbordaban las pasiones.
Todo quedó sepultado, en silencio, hasta que los arqueólogos empezaron a sacar a la luz los tesoros ocultos durante siglos. Esculturas de mármol y bronce, vajillas de plata, monedas y joyas… La mayoría de estos objetos se encuentran en el Museo Arqueológico de Nápoles, que, sin duda, merece una visita.
Costa
Amalfitana
A
la mañana siguiente tomamos de nuevo el tren hasta Sorrento, una
bonita ciudad asentada en la cima de un alto acantilado que cae
vertiginosamente al mar. Al lado mismo de la estación del tren salen
los buses que recorren la costa Amalfitana, hasta Salerno, y que van
deteniéndose en todos los pueblos del camino. Nosotros nos detuvimos
en Amalfi, lugar en donde se dice que se inventó la brújula, y en
donde decidimos pasar la noche.
Se
trata de un pueblecito encantador, con una calle principal, larga y
estrecha, y un sinfín de callejuelas que suben por las laderas
laterales. Pequeños túneles que pasan por debajo de las casas,
callejones serpenteantes, y un sinfín de escaleras, permiten ir
ascendiendo y disfrutar de unas excelentes vistas.
Nos
hospedamos en un acogedor hotel, Fontana, en la plaza principal, con
vistas al mar. Justo al lado se alza el Duomo di Amalfi, un complejo
monumental formado por la Basílica del Crucifijo, el museo del
Duomo, la cripta, que conserva las reliquias de San Andrés y la
Catedral, con el curiosísimo claustro del Paraíso.
Positano
Llegamos
en medio de un temporal, acompañados, durante todo el viaje, por una
intensa lluvia. Las olas chocaban enfurecidas en el puerto y no
apetecía otra cosa que sentarse en un buen restaurante y disfrutar
de una deliciosa comida. Al día siguiente, no obstante, amaneció
con un sol intenso y brillante, que nos animó a acercarnos hasta la
cercana Positano, otro bellísimo pueblecito colgado encima del mar.
Por
la tarde proseguimos nuestro viaje hasta Salerno, una ciudad que en
esos días atrae muchos turistas por sus espectaculares figuras
iluminadas. Allí tomaríamos el tren que nos llevaría de vuelta a
la ciudad de Nápoles.
Nápoles
La
pequeña guía que nos dieron en el punto de información turística
del aeropuerto, nos introduce en la ciudad con el sugerente titular
“El encanto de tres mil años de historia”. Y es verdad, Nápoles
está repleta de monumentos, castillos, palacios, colegiatas,
conventos, iglesias, hasta un enorme palacio. Si se quiere visitar
todo, hace falta mucho tiempo.
Nosotros
elegimos solo algunos lugares, como la visita a la ciudad
subterránea, que vale la pena no perderse. Las antiguas cisternas de
la ciudad, de la época romana, que descansan a 30 metros bajo tierra
y que sirvieron como refugio durante la 2ª. Guerra Mundial. Las
fascinantes catacumbas repletas de huesos, o algunas calles que
quedaron enterradas, cubiertas de lodo y que ahora, ya restauradas,
transportan a tiempos lejanos.
Entramos
en muchas iglesias. Hay una en cada esquina, y a cual más rica y
bella, dando fe de la profunda religiosidad de este país. Entre
ellas, la Catedral, dedicada a Santa María Asunción, que posee
un antiquísimo baptisterio y la Capilla Real del Tesoro de San
Gennaro, patrón de la ciudad. Y hasta subimos en funicular hasta la
Colegiata, imprescindible, y desde la que se tiene una vista
espectacular de la ciudad.
Y
por supuesto, visitamos el museo arqueológico, que no debe perderse
ningún amante del arte. La colección de esculturas griegas y
romanas es, sin duda, una de las más impresionantes que pueden
encontrarse. Y ver los restos recuperados de la antigua ciudad de
Pompeya y Herculano, los mosaicos, las pinturas que decoraban las paredes,
los utensilios del hogar, las monedas, joyas y tesoros desenterrados
y que sobrevivieron al expolio, es una maravilla indescriptible.
Pero,
además de ese sinfín de monumentos espectaculares, la ciudad de
Nápoles, es, en si misma un espectáculo que vale la pena no
perderse. Basta con pasear por sus calles, perderse por su decadente
centro histórico, que parece caerse a trozos, degustar la pizza más
simple y a la vez más deliciosa que uno ha probado nunca, y no
resistirse a ninguno de sus dulces, a cual más espectacular.
Finalmente,
Nápoles resulta ser también un buen lugar en donde celebrar la
noche de fin de año. Tras una deliciosa cena en un restaurante del
centro, con un buen grupo de amigos con quien coincidimos, nos acercamos hasta la Plaza del Plebiscito, al lado del
Palacio Real, el Teatro de San Carlos y las Galerias de Umberto I. El
lugar se llena de napolitanos y extranjeros que disfrutan de la
música y los interminables fuegos artificiales.
Un
poco más abajo, en las inmediaciones del Castillo del Huevo, y a lo
largo del paseo marítimo, diferentes bandas de música irán
animando la noche, que vive su momento álgido con un singular
castillo de fuegos artificiales. Todo ello acompañado por cientos de
lámpara luminosas de papel que los napolitanos lanzan al aire
iluminando el cielo de esa noche tan especial.
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