dilluns, 23 d’octubre del 2017

Taiwan 2017


Taiwán, el corazón de Asia





Una vez comprado mi billete de regreso a Barcelona, todavía disponía de dos semanas. Después de descartar otros posibles destinos, por distancia, precio o por hallarse en plena temporada de lluvias, opté por la aparentemente pequeña isla de Taiwán. Pensé, no se como pude, que dos semanas serian suficientes para visitar este desconocido país. No disponía de ninguna guía, no había leído nada y sólo contaba con los comentarios que me habían hecho algunos amigos y que me decían que era un lugar precioso y que 15 días eran más que suficientes.


Pues no, con dos semanas no hay para nada. Solo la capital, Taipei, ya precisa más que eso, si se quiere visitar todos los lugares de interés, en el centro y los alrededores. Yo no obstante, no pude resistirme a dividir mi tiempo en tres lugares que me recomendaron nada más llegar a la isla, Taipei, por supuesto, Hualien y Tainan.


Precisamente porque no había tenido tiempo de documentarme adecuadamente, pensé que la mejor opción era, en esta ocasión, utilizar “Couchsurfing”. Sí, esa comunidad de personas que comparten gratuitamente su casa con aquellos que viajan por el mundo. Había acogido a muchos en mi piso de Barcelona cuando vivía allí, pero soy poco dado a utilizarlo cuando viajo. Esta vez decidí probar, y acerté. Tal como me habían dicho, los taiwaneses son una gente excepcional, increíblemente amable, educada y atenta.





Mike Wu, la persona que me acogió los dos primeros días, me puso al día de todo lo que valía la pena visitar. Entre sus consejos y los de Lee Chun, al que conocí en el “hostel” al que me mudé después, acabé por decidir una ruta que me llevaría a varios de los lugares mas emblemáticos de la isla.

Taipei, la capital


El 7 de diciembre de 1949, después de perder la guerra civil contra los comunistas de Mao Se Tung, el presidente de China, Chiang Kai-shek, traslada su gobierno a la ciudad de Taipei, en la isla de Taiwan. Con él, se evacua a unas dos millones de personas. Con ellos se llevaron muchos de los tesoros nacionales de las antiguas dinastías imperiales, a más de las reservas de oro y moneda extranjera.


Curiosamente, el primer lugar en el que puse mis pies al salir del metro que me traía desde el aeropuerto, fue el parque en donde se encuentra el “Chiang Kai-shek Memorial Hall”. Un edificio impresionante dedicado al fundador de la actual Taiwán, custodiado por uno soldados que realizan cada día y cada hora el tradicional cambio de la guardia, que es seguido por decenas de turistas.






La segunda visita fue al “National Palace Museum”, que contiene una colección exquisita de piezas reunidas por los diferentes emperadores chinos y que salieron de la “Ciudad Prohibida” rumbo a Taiwán ante el avance de las tropas comunistas. Porcelanas, pinturas, telas, antigüedades, regalos y los archivos de Palacio, un sinfín de documentos y libros que se venían elaborando y guardando desde 3.000 años atrás.









En el museo también visité una exposición sobre Confucio, que me sirvió de introducción a la visita que haría justo después a uno de sus templos más emblemáticos. En una ciudad plagada de templos, “Confucius Templees uno de los que no debe perderse nadie. Absolutamente bellísimo, especialmente al atardecer, cuando la luz del día declina y las luces se encienden iluminándolo, ganando en color y majestuosidad.



Justo al lado se encuentra el todavía más espectacular “Baoan Temple”, lleno de fieles a esas horas, que ofrecían sus ofrendas a los dioses y espíritus, mientras tiraban los “Moon Blokcs”, dos medias lunas de madera que según quedan al caer al suelo van contestando las preguntas de los fieles.






  



Animación a todas horas

Todos los taiwaneses que conocí coinciden en afirmar que lo mejor del país es su comida. Existen infinidad de restaurantes muy conocidos por sus diferentes especialidades. Gracias a los amigos que hice en la capital, pude degustar algunos de los platos más populares, según ellos, en los mejores restaurantes. Y precisamente una de las atracciones turísticas del país son sus mercados nocturnos, siempre abarrotados de gente comiendo, y en donde se encuentra la más amplia variedad de comidas.










Con el estómago lleno sigo mi marcha por la ciudad. El “Longshan Temple”, otro precioso templo, “Bopilico Historic Street”, una antigua calle de la dinastía Ming conservada tal cual era en aquella época, el Gran Hotel, por el que han circulado grandes personalidades de todo el mundo, la Casa Roja, un antiguo teatro que alberga hoy tiendas de artesanía, el distrito comercial de Ximending, que atrae a la juventud y recuerda el famoso Rapongi de Tokio, y como no, Taipei 101, el World Trade Center de Taiwán.












   

Taiwán me recuerda mucho a Japón. La modernidad de sus edificios, de su transporte público, la limpieza, el orden y hasta la educación de su gente. También contribuye a ello la gran cantidad de edificios que construyeron los japoneses durante los años en que ejercieron su poder sobre la isla. De 1895 a 1945, Taiwán fue una colonia del imperio del Japón. Edificios preciosos que combinan el estilo japonés con los estilos europeos de la época. La ciudad ha sabido conservarlos e integrarlos con gracia dentro del paisaje urbano.









The Lin Family Mansion and Garden

Otro de los lugares recomendables en Taipei és la mansión de la Familia Lin. Una residencia fascinante construida entre los años 1853 y 1893 y que ocupa una extensión de 20.000 metros cuadrados. Alcobas, biblioteca, teatro, patios, lagos y jardines conforman un conjunto de bellísimos edificios y acogedores espacios que invitan a pasear y relajarse. 







  

  



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