dissabte, 12 d’agost del 2017

Indonesia 2017 blog 7

Sumatra


Dicen que en los 70 Sumatra era uno de los grandes destinos turísticos del sudeste asiático. Después, no se sabe muy bien porqué, quizás por la apertura de nuevos destinos, como Vietnam o Cambodia, o por los problemas políticos y sociales que convulsionaron Indonesia en los 90, el turismo dejó de llegar a esta increíble isla. Ahora parece estar recuperándose, pero muy lentamente. Todavía tiene uno la sensación, al viajar por Sumatra, de que no hay turistas a la vista. Tan sólo se coincide con ellos en algunos pocos lugares especialmente turísticos, como el lago Toba o el Volcán Sibayak, aunque no se puede nunca hablar de multitud.


Después de viajar dos meses por Indonesia, desde Flores a Lombok, Bali, y cruzar de sur a norte la isla de Java, me seguía apeteciendo conocer más de este vasto país. Así pues, tras recoger en Singapur a Nieves, una amiga madrileña, decidimos tomar un ferry que nos llevaría a Sumatra, la mayor de las islas. Como siempre, no habíamos preparado nada, ni siquiera decidido la ruta o destinos a visitar. El día a día nos irá llevando de un lugar a otro.


 Mercado en Batam


Los vuelos de Singapur a Sumatra son muy económicos, pero si se compran con antelación. Era tarde para ello y además prefiero viajar por mar y tierra. Así pues como había barco hacia Indonesia, no lo dudamos. Por la mañana temprano salimos hacia la cercana isla de Batam. Allí debíamos tomar otro barco hacia Sumatra, pero solo sale por las mañanas, así que tuvimos que quedarnos un día en esta agradable isla.  Paseando por el mercado Nieves prueba por primera vez el Durian, la reina de las frutas, aunque por su nauseabundo olor está prohibido subirla a un avión, o al metro de Singapur.


A las 7 de la mañana siguiente subíamos a un ferry que nos llevaría hasta Buton, en la costa de Sumatra. Cinco agradables horas de viaje mirando películas de acción desenfrenada. En el puerto tomamos un 4x4 hasta la ciudad de Pekanbaru. Cuatro horas de viaje por las que pagamos unos 8 euros por persona.  Primer contacto de Nieves con las plantaciones extensivas de aceite de palma, que están destruyendo la selva de Indonesia. Nos alojamos en el Zuri Espress Hotel, un lugar muy agradable, con una recepcionista muy simpática que nos consigue transporte para el día siguiente.

Parada en el camino para comer

Bukittingi


Según la recepcionista, no hay nada de interés turístico en Pekanbaru, así pues, de buena mañana salimos hacia Bukittingi. Otras 4 horas de viaje. Aquí si vale la pena quedarse unos días. Un lugar fresco y agradable, con muchos lugares de interés, que atrae a muchos indonesios. De hecho, llegamos en fin de semana y nos encontramos calles y plazas colapsadas de turistas nacionales que no paraban de hacerse fotos delante de la emblemática torre del reloj.



 Zoo
 Museo sobre la cultura Minangkabau

Pasear por el mercado, comer en sus cafés, sentarse a tomar algo en el lujoso Novotel, o conversar con la gente, que siempre sonriente y muy amable le piden a uno posar para hacerse una foto con ellos, es ya de por si fascinante. Pero Bukittingi tiene además el Parque Panorama, desde donde se accede al impresionante laberinto de cuevas que los japoneses hicieron hacer durante la segunda guerra mundial y al cañón de Siong. También un pequeño museo sobre la cultura Minangkabau.





Muy cerca se encuentra Koto Godang, con sus casas tradicionales de enormes ventanales, tan peculiares como bonitas. Aquí nos invita una buena mujer a entrar en su casa para mostrarnos algunos de los objetos en plata por los que se conoce a este pueblo. Después de invitarnos a un delicioso té y unos sabrosísimos pastelitos calientes recién hechos, no pudimos negarnos a comprarle un delicado anillo de plata. Paseando por interminables campos de arroz  regresamos al centro de Bukittingi.






Maninjau


En una hora de viaje desde Bukittingi, y tras descender por la carretera de las 44 curvas, llegamos al Beach Guest House Bagoscafe, un lugar encantador en la orilla del lago Maninjau. Este sencillo hotelito  invita a relajarse y la sabrosa comida que sirven en su restaurante acaba por convertir la estancia en una deliciosa experiencia.






La vida es muy apacible alrededor del lago. Conocemos a un profesor de inglés que nos invita a su clase. Somos una buena excusa para que sus alumnos practiquen. Son majísimos y pasamos una hora estupenda charlando con ellos. Después nos acercamos hasta una bellísima mezquita y, desde allá,  nos adentramos en la selva en busca de una cascada. Un mono anaranjado salta por encima de nosotros y en un descuido rozamos con la pierna una planta venenosa sobre la que ya nos habían advertido y  que nos provoca una molesta urticaria durante tres días.









Lake Toba


Existe un servicio de bus de Bukittingi al Lake Toba, pero lleva unas 16 horas. Como nos pareció excesivo, decidimos acercarnos al aeropuerto de Padang, desde donde se puede volar a la ciudad de Medan, que está a 6 horas del lago.  Justo estábamos al final de unos días de fiesta local y todos los vuelos estaban llenos. Las pocas plazas que quedaban valían más del doble de lo que es habitual. Así pues decidimos optar por el bus, al que, desde Padang, hay que sumarle tres horas más.


Pero nos equivocamos de compañía, y tomamos una que hacía una ruta distinta, bastante más larga, y que nos llevó más de 24 horas. Al llegar a la población de Parapat, embarcamos en un barco hacia la isla de Samosir. Allí coincidimos con algunas personas que habíamos conocido en el lago Maninjau. Estos sí habían tomado el bus que correspondía, pero se les había averiado a las 4 de la mañana y tuvieron que proseguir en minibús haciendo varios cambios. Al final tardaron tanto como nosotros…


La odisea bien valió la pena. Nos alojamos en Hariara Guest House, en un bungalow precioso, y económico (14 euros), justo delante del lago. Nada más llegar nos lanzamos al agua a darnos un buen chapuzón. La mayoría de hoteles se concentran en la pequeña península que se forma al sur de la isla y que se conoce como Tuk Tuk.



En Tuk Tuk no hay buses, ni taxis. Si uno quiere moverse por la isla tiene que alquilar una moto o caminar unos 4 kilómetros hasta la carretera principal y esperar un bus que dicen que pasa pero que nosotros nunca vimos. El hecho es que queríamos ver un par de lugares, Ambarita, a unos 6 km y Simanindo, a unos 20 km, en donde pueden visitarse las casas tradicionales del pueblo Batak. Casas de madera, elevadas sobre pilares, con unos techos característicos y en las que viven varias familias. Hicimos "autostop" y llegamos a todas partes sin problema. La gente es muy amable y te paran enseguida.






En Simanindo, además de visitar la antigua casa del Rey, hoy convertida en el Museo Huta Bolon, pudimos ver el mercado, que se celebra todos los sábados y que estaba muy animado. De regreso a Tuk tuk pasamos por delante de una iglesia en la que se celebraba una boda tradicional. Al ritmo de una música trepidante, los invitados entregaban a los novios los regalos, que llevaban en unos cestos de bambú. Después, la familia de los novios repartía billetes a los invitados, y estos, a su vez, se los entregaban a la pareja de recién casados. Cuando empezaron a repartir la comida proseguimos nuestro viaje.






Berastagi


A tres horas del Lago Toba, hacia el norte, y a unos 1.300 metros de altitud, se encuentra la pintoresca población de Berastagi. Las tierras altas de los Karo son un lugar fresco y agradable que atraen a los turistas básicamente por dos motivos, el volcán Sinabung y el volcán Sibayak, uno frente al otro. Dos días antes de nuestra llegada el Sinabung había entrado en erupción y toda la población estaba cubierta por una patina gris de cenizas. Así pues, nos conformamos con visitar el Sibayak.





 Museo de Berastagi

Nos alojamos en Wisma Sunrise Guest House desde la que se tiene una vista aérea de toda la ciudad. Y enseguida salimos hacia la vecina población de Lingga, en donde pudimos visitar algunas casas tradicionales de los Karo. De camino, paramos para ver de cerca el Sinabung, que seguiría expulsando cenizas unos días.   





A las 4:30 de la mañana vienen a recogernos con un minibús que nos llevará hasta los pies del Sibayak. Desde allí caminaríamos a oscuras, montaña arriba, unos 4 kilómetros. Desde la cima veríamos amanecer mientras el cráter del volcán iba mostrándose ante nuestros ojos. Al fondo, el Sinabung, majestuoso. Al descender veremos, ahora sí, la pronunciada pendiente por la que ascendimos a oscuras, los precipicios por los que pasamos, sin ser conscientes, y la densa vegetación por la que transcurre el camino en su parte inicial. La mañana la acabaríamos relajándonos en unas piscinas de aguas termales.







La jungla de los orangutanes


Tras cinco horas de minibús desde Berastagi llegamos a Ketambé, una pequeña población en el corazón del Parque Nacional de Leuser, un reducto de jungla tropical que, de momento, se ha salvado de la vorágine humana y en el que todavía viven en libertad algunos de los últimos orangutanes del planeta. Nos alojamos en Wisma Sadar Wisata Guest House, un lugar muy acogedor en donde contratamos un treking de tres días por la selva.






A la mañana siguiente conoceríamos a nuestro guía Sahril, y a Rasman, el porteador que montaría nuestra tienda y cocinaría para nosotros. Una pareja fantástica con los que pasaríamos unos días estupendos. El primer día topamos con algunos macacos y los divertidos Thomas live monkeys. El paseo por la jungla fue espectacular, acampando al lado de un caudaloso río, en el que nos bañamos.







El segundo día fue todavía más espectacular, sobretodo porqué de buena mañana topamos con dos hembras de orangután con sus respectivos retoños. No podíamos creerlo. Además, los teníamos tan cerca que pudimos observarnos mutuamente durante un buen rato. A los pequeños no parecía hacerles mucha gracia y tras tirarnos algunas ramas se perdieron con sus mamás en la inmensidad de la jungla. Por la tarde acamparíamos al lado de unas fuentes termales que derramaban sus aguas en el río, creando unas piscinas naturales en las que disfrutamos de un baño bien caliente.









El tercer día emprendimos el camino de regreso a casa. Durante la mañana no topamos más que con algunos insectos. Paramos a comer y bañarnos en el río y continuamos recorriendo la densa jungla. Ni rastro de los orangutanes. Sin embargo, en el último momento, justo cuando alcanzamos la carretera que cruza el parque, Sahril divisa en lo alto de los árboles nada más ni nada menos que tres orangutanes que preparaban su nido para pasar la noche. Estos animales construyen cada día un nido que sólo usan una vez. Suspendidos en las alturas pasarían la noche.


Banda Aceh


A las 9:45 de la mañana, 15 minutos antes de lo previsto, pasó a recogernos el minibús que nos llevaría hasta nuestro próximo destino, Takengon. Tomamos la carretera que cruza el Parque Nacional de Leuser y que en muchos tramos nos deleita con unas vistas espectaculares de la jungla. En otros, en donde el hombre se ha abierto camino, la vegetación selvática ha sido substituida por plataneros, cocoteros, campos de maíz o tapioca y extensivas plantaciones de pinos. El parque es muy montañoso y no paramos de subir y bajar montañas por empinadas pendientes.


Takengon es una ciudad asentada al lado de un gran lago, en gran parte rodeado todavía de jungla. Es un sitio alto y fresco que atrae a los indonesios que huyen del calor de la costa. Nosotros pasamos una noche simplemente para no hacer de un tirón todo el camino de Ketambe hasta Banda Aceh, que lleva 14 horas. Pero la parada estuvo muy bien. Resultó ser un lugar muy agradable. Todo el mundo nos sonreía y, como de costumbre, nos pedían fotos con ellos. Conocimos gente muy amable, entre ellos el Rey de Aceh, que se acercó a saludarnos. Y el propietario de un bar en el que servían un café buenísimo, el famoso Gayo, por el que se conoce la región en toda Indonesia. Mientras lo degustamos oímos una banda que tocaba en vivo.







Al día siguiente continuamos la ruta hacia Banda Aceh, la zona más afectada por el terrible tsunami que asoló el sudeste asiático en 2004. Hoy, totalmente reconstruida, la ciudad ha recuperado la normalidad y no queda rastro del desastre que provocó el terremoto de escala 9 de aquel fatídico 26 de diciembre y del tsunami que le precedió minutos después. Un gran museo lleno de fotos sirve de recuerdo y homenaje a las más de 125.000 personas que perdieron la vida aquel día. También en el centro de la ciudad se conservan, a modo de monumento recordatorio, un enorme barco que fue arrastrado 7 kilómetros tierra adentro, y otro más pequeñito que quedó intacto en el tejado de una casa.   





 

La Gran Mezquita Mesjid Raya Baiturrahman fue el único edificio que quedó intacto en medio de una gran área totalmente arrasada por el tsunami. Refugiados en su interior miles de personas salvaron la vida. Ha sido totalmente restaurada y a su alrededor se ha construido un gran parque con enormes sombrillas que pueden abrirse y cerrarse y que cubren completamente la plaza en donde oran los fieles en determinadas fechas. Muy cerca se levanta el Monumento del Tsunami y de agradecimiento a todos los países que ayudaron y colaboraron en la restauración de la ciudad.



Despedida en el paraíso   

Desde Banda Aceh tomaríamos un barco hacia la vecina isla de Pualu Weh, a la que los locales llaman Sabang. Un auténtico paraíso y la razón por la que todos los turistas se acercan a esta alejada zona. Era nuestro último destino en Sumatra y por ello, siguiendo el consejo de mis amigos Jesús y Merche, los madrileños que conocí en Flores y que han pasado nada más ni nada menos que un mes en la isla, nos alojamos en un precioso bungalow a la orilla de Long Beach. Apollo Bungalows, 6 acogedores bungalows a pie de playa que regenta un simpático y agradable sueco casado con una indonesia.




Cinco pequeños hotelitos, con bien pocas habitaciones cada uno,  son todo lo que uno encuentra en la extrañamente  llamada “Long Beach”, una playa más bien pequeña que se recorre en un momento, a pie o a nado. Uno de esos alojamientos  posee además uno de los mejores restaurantes de la isla, el Bixio, que dirige un italiano asentado en la isla desde hace varios años. Se trata de un lugar extremadamente tranquilo, sin Internet y que la mayoría de turistas que visitan la isla conocen accidentalmente cuando se acercan a comer. La playa, lindísima, posee además, y a pocos metros de la costa, una larga barrera de coral llena de peces ideal para los amantes del  snorckling.  



Uno de los 4 días que pasamos en Pulau Weh, lo dedicamos a recorrer y visitar los diferentes lugares de interés de la isla. Subidos en un becka, una especie de moto con sidecar, muy habitual en la zona, nos adentramos en la densa jungla que cubre casi toda la isla. Empezamos por Km 0, el lugar más al norte de Indonesia y desde donde empiezan a contarse los kilómetros de este largísimo país. Un horrible monumento marca el punto. Unas escaleras permiten descender desde lo alto del acantilado, desde donde se ve Banda Aceh, hasta el rocoso mar. Nosotros los intentamos, pero nada más empezar el descenso unos monos muy agresivos nos lo impidieron. Avanzando contra nosotros de modo muy amenazador nos hicieron huir despavoridos.



Visitamos la bellísima playa de Pantai Pasir Putih, el volcán activo de Berapi Jaboi, en donde encontramos un grupo de alumnos locales recogiendo piedras de azufre, y un bunker que hicieron los japoneses durante la 2ª Guerra Mundial. Paramos a comer en otra bellísima playa, Sumur Tiga Beach, en donde se encuentran dos alojamientos bastante conocidos, Freddies Santai Sumurtiga, en donde comimos, y Casa Nemo Beach Resort & Spa.  Y cruzamos la pequeña ciudad de Sabang, que da nombre a la isla, y en donde se encuentran todos los servicios.





Tras observar de lejos la columna de humo que sale del mar de un pequeño volcán submarino activo, nos adentramos a pie en la jungla. Un sinuoso camino, siguiendo un río que tuvimos que cruzar en varias ocasiones, nos lleva hasta Air Terjun  Pria Loat, una catarata escondida entre densa vegetación tropical. Y ya de vuelta, paramos en la playa de Gapan, básicamente porque nos habían dicho que allí residen tres catalanes, uno de Badalona y dos de Terrassa, que han montado un centro de submarinismo, Diving Monsters. Pasamos por allí, los saludamos, bebimos y conversamos con ellos un buen rato. Una gente encantadora que ya están montando un restaurante de comida española. Habrá que volver!!





Desde Pulau Weh tomamos el ferry (slow boat) que tarda 2 horas en llegar a Banda Aceh. Es el que toma la mayoría de locales y cuesta unos 2 euros por persona. A la ida habíamos tomado el “fast boat”, el preferido por los turistas, que solo tarda una y cuesta unos 6 euros. Desde el puerto tomamos un taxi directo al aeropuerto, que cuesta también unos 6 euros. Y desde allí volábamos a Medan y finalmente a Penang, en Malasia.  



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