dilluns, 1 de maig del 2017

Sri Lanka 3

Ciudades perdidas


Tras Kandy, la capital del último reino cingalés, me adentré en la historia de las antiguas dinastías cingalesas a través de las imponentes ruinas que permanecen. La selva recuperó lo que era suyo y hoy visitar lo que queda de templos, palacios, embalses y hospitales, supone un agradable paseo bajo una espesa vegetación, y la atenta mirada de monos y lagartos gigantes.



Dambulla


A unas dos horas de Kandy se encuentra el famoso Templo Real de la Roca de Dambulla, todo un símbolo del país y lugar de culto desde el S. I aC. El templo, escarbado en la roca, está formado por cinco cuevas separadas, que contienen 150 estatuas y pinturas de Buda. Las más antiguas tienen unos 2.000 años.




Si se accede al templo desde la carretera principal, uno queda estupefacto ante la visión de un enorme buda dorado que, por supuesto, no es de la misma época…




La mayoría de turistas visitan Dambulla desde la vecina Kandy, en una excursión de un día. Yo preferí pasar la noche allí y opté por un tranquilo y barato hostel en el que coincidí con otros viajeros, con los que compartí una deliciosa cena en medio de la selva.


Sigiriya


De buena mañana tomo un bus y enseguida me planto en la vecina Sigiriya, una población aparentemente insignificante oculta entre densa vegetación. Me alojo en el “Like Lodge”, un alojamiento familiar muy recomendable, desde el que se tiene una vista privilegiada de la Gran Roca de Sigiriya, el motivo por el que todos los turistas se acercan hasta aquí.



Dicen que es una de las imágenes más espectaculares de Sri Lanka, y enseguida se entiende porque. La Roca alberga las ruinas del reino de Kassapa (S. VdC), otra de las antiguas civilizaciones del país. Este lugar, Patrimonio Mundial de la UNESCO desde 1982, comprende una amplia zona de jardines acuáticos, balsas para el baño y los restos de un antiguo palacio.



El ascenso a la Roca es de vértigo, a través de unas escaleras pegadas a su pared y que se elevan a gran altura. Las vistas desde lo alto justifican de sobras el esfuerzo. Además, unas escaleras de caracol permiten acceder a una cueva, de otra manera inaccesible, en la que se conservan unas de las mejores pinturas budistas del mundo, datadas del S.V. Bellísimas mujeres, con el talle ajustado y pechos al descubierto, que no se sabe muy bien si eran concubinas del rey Kassapa o apsaras, ninfas celestiales.







El acceso a la Roca y museo de Sigiriya cuesta 30 dolares, por lo que muchos turistas optan por una opción más económica, la Roca de Pidurangala, que está delante, y desde la que se tiene una vista fantástica de la primera, rodeada de selva. Obviamente, no es lo mismo…



Polonnaruwa


Desde Sigiriya me traslado a la ciudad de Polonnaruwa, en donde se encuentra un importantísimo parque arqueológico, con cientos de estructuras antiguas (tumbas, templos, estatuas, estupas), también Patrimonio Mundial de la UNESCO. Esta ciudad, en medio de la selva, tiene casi 1.000 años de antigüedad y fue, durante tres siglos, la capital real de los reinos Chola y Cingalés.  En el S. XII vivió su mejor momento, bajo el reinado del rey Parakramabahu I. Como veis, les gustan los nombres bien larguitos…






Pero Polonnaruwa posee otros encantos. Muy cerca se encuentran los Parques Nacionales de Kandulla y Minneriya, en donde abundan los elefantes. Otra oportunidad para ver a estos majestuosos paquidermos deambular libremente por la selva.




En esta ocasión me hospedé con una familia en Thisal Guest House, una habitación individual con baño y un delicioso desayuno por 9 euros. Si se desea, también te preparan la cena, y vale la pena, pues la mujer de la casa cocina de maravilla. Menudo festín.




Anuradhapura


Uno de los grandes destinos turísticos de Sri Lanka es, sin duda alguna, la ciudad de Anuradhapura. Capital de los reinos cingaleses desde el S. IV a.C hasta el S. V d. C. Muchos turistas llegan aquí directamente des de la capital. Una excelente manera de empezar el viaje, pues aquí se mezclan la historia y las tradiciones. Sus impresionantes ruinas siguen siendo lugar de culto y ceremonias, que atraen miles y miles de peregrinos. Es uno de los lugares más sagrados del país. Yo lo dejé para el final. La guinda espectacular en la ruta por las antiguas capitales.






El primer acierto fue la elección del City Capital Hostel, un hotel muy acogedor que dispone de un par de dormitorios con camas compartidas a 7 euros. El personal, muy atento y agradable, le alegra a uno la estancia. Mi visita coincidió con la celebración del Fin de Año cingalés, el 14 de abril, y prácticamente todo estaba cerrado, excepto un Pizza Hat que me salvó la vida… Voy a echar de menos sus originales pizzas, adaptadas a los gustos del país. Su "panner pizza" es un pecado capital.



Allí mismo alquilé una bicicleta (3 euros todo el día), con la que es fácil recorrer la ciudad y visitar todos los monumentos que le esperan a uno. La entrada vuelve a ser cara, 25 dólares, pero vale la pena.





Como el ticket solo es para un día, y es prácticamente imposible verlo todo, dejé los templos del sur, en donde no te lo piden, para el día siguiente. Fue todo un acierto, empezando por el Sri Maha Bodhi, que se dice que es el árbol certificado históricamente más antiguo del mundo, y que creció a partir de un esqueje traído de Bodhgaya, en la Índia. Precisamente del árbol bajo el cual el príncipe Siddharta alcanzó la iluminación, convirtiéndose así en Buda.



O Isurumuniya Vihara, el Templo de la Roca del S. III d.C, con tallas muy elaboradas, como la de los Amantes, o la de los elefantes chapoteando en el agua.





Mihintale


A 13km de Anuradhapura se encuentra la bellísima Mihintale, el lugar en donde, se dice, empezó el budismo en la isla. Una gran escalinata de casi 2000 escalones permite acceder a una colina salpicada de monumentos. La vista desde la cima es sublime y el lugar transmite tal calma que invita a sentarse y contemplar y meditar.







De vuelta al hotel me detuve en un lugar en que se estaba celebrando el año nuevo de una manera muy original. Niñas, niños y adultos jugaban a ponerle a la trompa a un elefante con los ojos vendados.   






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