Sumatra
Dicen que en los 70 Sumatra era uno de los grandes destinos turísticos
del sudeste asiático. Después, no se sabe muy bien porqué, quizás por la
apertura de nuevos destinos, como Vietnam o Cambodia, o por los problemas políticos
y sociales que convulsionaron Indonesia en los 90, el turismo dejó de llegar a
esta increíble isla. Ahora parece estar recuperándose, pero muy lentamente.
Todavía tiene uno la sensación, al viajar por Sumatra, de que no hay turistas a
la vista. Tan sólo se coincide con ellos en algunos pocos lugares especialmente
turísticos, como el lago Toba o el Volcán Sibayak, aunque no se puede nunca
hablar de multitud.
Después de viajar dos meses por Indonesia, desde Flores a Lombok, Bali,
y cruzar de sur a norte la isla de Java, me seguía apeteciendo conocer más de
este vasto país. Así pues, tras recoger en Singapur a Nieves, una amiga
madrileña, decidimos tomar un ferry que nos llevaría a Sumatra, la mayor de las
islas. Como siempre, no habíamos preparado nada, ni siquiera decidido la ruta o
destinos a visitar. El día a día nos irá llevando de un lugar a otro.
Mercado en Batam
Los vuelos de Singapur a Sumatra son muy económicos, pero si se compran
con antelación. Era tarde para ello y además prefiero viajar por mar y tierra.
Así pues como había barco hacia Indonesia, no lo dudamos. Por la mañana
temprano salimos hacia la cercana isla de Batam. Allí debíamos tomar otro barco
hacia Sumatra, pero solo sale por las mañanas, así que tuvimos que quedarnos un
día en esta agradable isla. Paseando por
el mercado Nieves prueba por primera vez el Durian, la reina de las frutas,
aunque por su nauseabundo olor está prohibido subirla a un avión, o al metro de
Singapur.
A las 7 de la mañana siguiente subíamos a un ferry que nos llevaría
hasta Buton, en la costa de Sumatra. Cinco agradables horas de viaje mirando
películas de acción desenfrenada. En el puerto tomamos un 4x4 hasta la ciudad
de Pekanbaru. Cuatro horas de viaje por las que pagamos unos 8 euros por
persona. Primer contacto de Nieves con
las plantaciones extensivas de aceite de palma, que están destruyendo la selva
de Indonesia. Nos alojamos en el Zuri Espress Hotel, un lugar muy agradable,
con una recepcionista muy simpática que nos consigue transporte para el día
siguiente.
Parada en el camino para comer
Bukittingi
Según la recepcionista, no hay nada de interés turístico en Pekanbaru, así pues, de buena
mañana salimos hacia Bukittingi. Otras 4 horas de viaje. Aquí si vale la pena
quedarse unos días. Un lugar fresco y agradable, con muchos lugares de interés,
que atrae a muchos indonesios. De hecho, llegamos en fin de semana y nos
encontramos calles y plazas colapsadas de turistas nacionales que no paraban de
hacerse fotos delante de la emblemática torre del reloj.
Zoo
Museo sobre la cultura Minangkabau
Pasear por el mercado, comer en sus cafés, sentarse a tomar algo en el
lujoso Novotel, o conversar con la gente, que siempre sonriente y muy amable le
piden a uno posar para hacerse una foto con ellos, es ya de por si fascinante.
Pero Bukittingi tiene además el Parque Panorama, desde donde se accede al
impresionante laberinto de cuevas que los japoneses hicieron hacer durante la
segunda guerra mundial y al cañón de Siong. También un pequeño museo sobre la
cultura Minangkabau.
Muy cerca se encuentra Koto Godang, con sus casas tradicionales de
enormes ventanales, tan peculiares como bonitas. Aquí nos invita una buena
mujer a entrar en su casa para mostrarnos algunos de los objetos en plata por
los que se conoce a este pueblo. Después de invitarnos a un delicioso té y unos
sabrosísimos pastelitos calientes recién hechos, no pudimos negarnos a
comprarle un delicado anillo de plata. Paseando por interminables campos de
arroz regresamos al centro de
Bukittingi.
Maninjau
En una hora de viaje desde Bukittingi, y tras descender por la
carretera de las 44 curvas, llegamos al Beach Guest House Bagoscafe, un lugar
encantador en la orilla del lago Maninjau. Este sencillo hotelito invita a relajarse y la sabrosa comida que
sirven en su restaurante acaba por convertir la estancia en una deliciosa
experiencia.
La vida es muy apacible alrededor del lago. Conocemos a un profesor de
inglés que nos invita a su clase. Somos una buena excusa para que sus alumnos
practiquen. Son majísimos y pasamos una hora estupenda charlando con ellos.
Después nos acercamos hasta una bellísima mezquita y, desde allá, nos adentramos en la selva en busca de una
cascada. Un mono anaranjado salta por encima de nosotros y en un descuido
rozamos con la pierna una planta venenosa sobre la que ya nos habían advertido
y que nos provoca una molesta urticaria
durante tres días.
Lake Toba
Existe un servicio de bus de Bukittingi al Lake Toba, pero lleva unas
16 horas. Como nos pareció excesivo, decidimos acercarnos al aeropuerto de
Padang, desde donde se puede volar a la ciudad de Medan, que está a 6 horas del
lago. Justo estábamos al final de unos
días de fiesta local y todos los vuelos estaban llenos. Las pocas plazas que
quedaban valían más del doble de lo que es habitual. Así pues decidimos optar
por el bus, al que, desde Padang, hay que sumarle tres horas más.
Pero nos equivocamos de compañía, y tomamos una que hacía una ruta
distinta, bastante más larga, y que nos llevó más de 24 horas. Al llegar a la
población de Parapat, embarcamos en un barco hacia la isla de Samosir. Allí
coincidimos con algunas personas que habíamos conocido en el lago Maninjau.
Estos sí habían tomado el bus que correspondía, pero se les había averiado a
las 4 de la mañana y tuvieron que proseguir en minibús haciendo varios cambios.
Al final tardaron tanto como nosotros…
La odisea bien valió la pena. Nos alojamos en Hariara Guest House, en
un bungalow precioso, y económico (14 euros), justo delante del lago. Nada más
llegar nos lanzamos al agua a darnos un buen chapuzón. La mayoría de hoteles se
concentran en la pequeña península que se forma al sur de la isla y que se
conoce como Tuk Tuk.
En Simanindo, además de visitar la antigua casa del Rey, hoy convertida
en el Museo Huta Bolon, pudimos ver el mercado, que se celebra todos los
sábados y que estaba muy animado. De regreso a Tuk tuk pasamos por delante de
una iglesia en la que se celebraba una boda tradicional. Al ritmo de una música
trepidante, los invitados entregaban a los novios los regalos, que llevaban en
unos cestos de bambú. Después, la familia de los novios repartía billetes a los
invitados, y estos, a su vez, se los entregaban a la pareja de recién casados.
Cuando empezaron a repartir la comida proseguimos nuestro viaje.
Berastagi
A tres horas del Lago Toba, hacia el norte, y a unos 1.300 metros de
altitud, se encuentra la pintoresca población de Berastagi. Las tierras altas
de los Karo son un lugar fresco y agradable que atraen a los turistas
básicamente por dos motivos, el volcán Sinabung y el volcán Sibayak, uno frente
al otro. Dos días antes de nuestra llegada el Sinabung había entrado en
erupción y toda la población estaba cubierta por una patina gris de cenizas.
Así pues, nos conformamos con visitar el Sibayak.
Museo de Berastagi
Nos alojamos en Wisma Sunrise Guest House desde la que se tiene una
vista aérea de toda la ciudad. Y enseguida salimos hacia la vecina población de
Lingga, en donde pudimos visitar algunas casas tradicionales de los Karo. De
camino, paramos para ver de cerca el Sinabung, que seguiría expulsando cenizas
unos días.
A las 4:30 de la mañana vienen a recogernos con un minibús que nos
llevará hasta los pies del Sibayak. Desde allí caminaríamos a oscuras, montaña
arriba, unos 4 kilómetros. Desde la cima veríamos amanecer mientras el cráter
del volcán iba mostrándose ante nuestros ojos. Al fondo, el Sinabung,
majestuoso. Al descender veremos, ahora sí, la pronunciada pendiente por la que
ascendimos a oscuras, los precipicios por los que pasamos, sin ser conscientes,
y la densa vegetación por la que transcurre el camino en su parte inicial. La
mañana la acabaríamos relajándonos en unas piscinas de aguas termales.
La jungla de los orangutanes
Tras cinco horas de minibús desde Berastagi llegamos a Ketambé, una
pequeña población en el corazón del Parque Nacional de Leuser, un reducto de
jungla tropical que, de momento, se ha salvado de la vorágine humana y en el
que todavía viven en libertad algunos de los últimos orangutanes del planeta. Nos
alojamos en Wisma Sadar Wisata Guest House, un lugar muy acogedor en donde
contratamos un treking de tres días por la selva.
A la mañana siguiente conoceríamos a nuestro guía Sahril, y a Rasman,
el porteador que montaría nuestra tienda y cocinaría para nosotros. Una pareja
fantástica con los que pasaríamos unos días estupendos. El primer día topamos
con algunos macacos y los divertidos Thomas live monkeys. El paseo por la
jungla fue espectacular, acampando al lado de un caudaloso río, en el que nos
bañamos.
El segundo día fue todavía más espectacular, sobretodo porqué de buena
mañana topamos con dos hembras de orangután con sus respectivos retoños. No
podíamos creerlo. Además, los teníamos tan cerca que pudimos observarnos
mutuamente durante un buen rato. A los pequeños no parecía hacerles mucha
gracia y tras tirarnos algunas ramas se perdieron con sus mamás en la
inmensidad de la jungla. Por la tarde acamparíamos al lado de unas fuentes
termales que derramaban sus aguas en el río, creando unas piscinas naturales en
las que disfrutamos de un baño bien caliente.
El tercer día emprendimos el camino de regreso a casa. Durante la
mañana no topamos más que con algunos insectos. Paramos a comer y bañarnos en
el río y continuamos recorriendo la densa jungla. Ni rastro de los orangutanes.
Sin embargo, en el último momento, justo cuando alcanzamos la carretera que
cruza el parque, Sahril divisa en lo alto de los árboles nada más ni nada menos
que tres orangutanes que preparaban su nido para pasar la noche. Estos animales
construyen cada día un nido que sólo usan una vez. Suspendidos en las alturas
pasarían la noche.
Banda Aceh
A las 9:45 de la mañana, 15 minutos antes de lo previsto, pasó a
recogernos el minibús que nos llevaría hasta nuestro próximo destino, Takengon.
Tomamos la carretera que cruza el Parque Nacional de Leuser y que en muchos
tramos nos deleita con unas vistas espectaculares de la jungla. En otros, en
donde el hombre se ha abierto camino, la vegetación selvática ha sido
substituida por plataneros, cocoteros, campos de maíz o tapioca y extensivas plantaciones
de pinos. El parque es muy montañoso y no paramos de subir y bajar montañas por
empinadas pendientes.
Takengon es una ciudad asentada al lado de un gran lago, en gran parte
rodeado todavía de jungla. Es un sitio alto y fresco que atrae a los indonesios
que huyen del calor de la costa. Nosotros pasamos una noche simplemente para no
hacer de un tirón todo el camino de Ketambe hasta Banda Aceh, que lleva 14
horas. Pero la parada estuvo muy bien. Resultó ser un lugar muy agradable. Todo
el mundo nos sonreía y, como de costumbre, nos pedían fotos con ellos.
Conocimos gente muy amable, entre ellos el Rey de Aceh, que se acercó a
saludarnos. Y el propietario de un bar en el que servían un café buenísimo, el
famoso Gayo, por el que se conoce la región en toda Indonesia. Mientras lo
degustamos oímos una banda que tocaba en vivo.
Al día siguiente continuamos la ruta hacia Banda Aceh, la zona más
afectada por el terrible tsunami que asoló el sudeste asiático en 2004. Hoy,
totalmente reconstruida, la ciudad ha recuperado la normalidad y no queda
rastro del desastre que provocó el terremoto de escala 9 de aquel fatídico 26
de diciembre y del tsunami que le precedió minutos después. Un gran museo lleno
de fotos sirve de recuerdo y homenaje a las más de 125.000 personas que
perdieron la vida aquel día. También en el centro de la ciudad se conservan, a
modo de monumento recordatorio, un enorme barco que fue arrastrado 7 kilómetros
tierra adentro, y otro más pequeñito que quedó intacto en el tejado de una
casa.
La Gran Mezquita Mesjid Raya Baiturrahman fue el único edificio que
quedó intacto en medio de una gran área totalmente arrasada por el tsunami.
Refugiados en su interior miles de personas salvaron la vida. Ha sido
totalmente restaurada y a su alrededor se ha construido un gran parque con
enormes sombrillas que pueden abrirse y cerrarse y que cubren completamente la
plaza en donde oran los fieles en determinadas fechas. Muy cerca se levanta el
Monumento del Tsunami y de agradecimiento a todos los países que ayudaron y
colaboraron en la restauración de la ciudad.
Despedida en el paraíso
Desde Banda Aceh tomaríamos un barco hacia la vecina isla de Pualu Weh,
a la que los locales llaman Sabang. Un auténtico paraíso y la razón por la que
todos los turistas se acercan a esta alejada zona. Era nuestro último destino
en Sumatra y por ello, siguiendo el consejo de mis amigos Jesús y Merche, los
madrileños que conocí en Flores y que han pasado nada más ni nada menos que un
mes en la isla, nos alojamos en un precioso bungalow a la orilla de Long Beach.
Apollo Bungalows, 6 acogedores bungalows a pie de playa que regenta un
simpático y agradable sueco casado con una indonesia.
Cinco pequeños hotelitos, con bien pocas habitaciones cada uno, son todo lo que uno encuentra en la
extrañamente llamada “Long Beach”, una
playa más bien pequeña que se recorre en un momento, a pie o a nado. Uno de
esos alojamientos posee además uno de
los mejores restaurantes de la isla, el Bixio, que dirige un italiano asentado
en la isla desde hace varios años. Se trata de un lugar extremadamente
tranquilo, sin Internet y que la mayoría de turistas que visitan la isla
conocen accidentalmente cuando se acercan a comer. La playa, lindísima, posee
además, y a pocos metros de la costa, una larga barrera de coral llena de peces
ideal para los amantes del snorckling.
Uno de los 4 días que pasamos en Pulau Weh, lo dedicamos a recorrer y
visitar los diferentes lugares de interés de la isla. Subidos en un becka, una
especie de moto con sidecar, muy habitual en la zona, nos adentramos en la
densa jungla que cubre casi toda la isla. Empezamos por Km 0, el lugar más al
norte de Indonesia y desde donde empiezan a contarse los kilómetros de este
largísimo país. Un horrible monumento marca el punto. Unas escaleras permiten
descender desde lo alto del acantilado, desde donde se ve Banda Aceh, hasta el
rocoso mar. Nosotros los intentamos, pero nada más empezar el descenso unos
monos muy agresivos nos lo impidieron. Avanzando contra nosotros de modo muy
amenazador nos hicieron huir despavoridos.
Visitamos la bellísima playa de Pantai Pasir Putih, el volcán activo de
Berapi Jaboi, en donde encontramos un grupo de alumnos locales recogiendo
piedras de azufre, y un bunker que hicieron los japoneses durante la 2ª Guerra
Mundial. Paramos a comer en otra bellísima playa, Sumur Tiga Beach, en donde se
encuentran dos alojamientos bastante conocidos, Freddies Santai Sumurtiga, en
donde comimos, y Casa Nemo Beach Resort & Spa. Y cruzamos la pequeña ciudad de Sabang, que da
nombre a la isla, y en donde se encuentran todos los servicios.
Tras observar de lejos la columna de humo que sale del mar de un pequeño volcán submarino activo, nos adentramos a pie en la jungla. Un sinuoso camino, siguiendo un río que tuvimos que cruzar en varias ocasiones, nos lleva hasta Air Terjun Pria Loat, una catarata escondida entre densa vegetación tropical. Y ya de vuelta, paramos en la playa de Gapan, básicamente porque nos habían dicho que allí residen tres catalanes, uno de Badalona y dos de Terrassa, que han montado un centro de submarinismo, Diving Monsters. Pasamos por allí, los saludamos, bebimos y conversamos con ellos un buen rato. Una gente encantadora que ya están montando un restaurante de comida española. Habrá que volver!!
Desde Pulau Weh tomamos el ferry (slow boat) que tarda 2 horas en
llegar a Banda Aceh. Es el que toma la mayoría de locales y cuesta unos 2 euros
por persona. A la ida habíamos tomado el “fast boat”, el preferido por los
turistas, que solo tarda una y cuesta unos 6 euros. Desde el puerto tomamos un
taxi directo al aeropuerto, que cuesta también unos 6 euros. Y desde allí
volábamos a Medan y finalmente a Penang, en Malasia.
gracias por tan buena información
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