New
York, New York...!!
Siempre
es buen momento para viajar a Nueva York, incluso en invierno, a
pesar de sus gélidas temperaturas. No había vuelto a poner mis pies
en Manhatan desde el verano del año 1991, en que pasé allí varias
semanas, y ya tenia muchas ganas. La ciudad seguía igual, tal como
la recordaba, eso sí, con algunas novedades que no quería perderme,
como el mercado de Chelsea o el High Line, entre otras.
Esta
corta escapada se produce en pleno mes de noviembre de 2014. Las
bajísimas temperaturas que asolan la ciudad dificultan algunas
actividades muy agradables en verano, como pasear por el famoso
Central Park, sentarse a comer en el renovado Bryant Park o a tomar
el sol en las hamacas que se colocan en pleno Times Square. Es
evidente que el programa ha de adaptarse al clima, pero en NY no
faltan ofertas, y en una semana es imposible verlo todo.
El
cambio del dólar no estaba en su mejor momento y por tanto ir de
compras no era el “chollo” del que hablan muchos turistas. Con
los precios como en Barcelona no valía la pena renovar el vestuario.
Así
pues, nos dedicamos a lo que íbamos, a recorrer todos aquellos
rincones que han hecho tan famosa esta ciudad de ensueño, y que
aparecen en tantas y tantas películas norteamericanas...
Desde
nuestro sencillo, pero céntrico y económico hotel, lo teníamos
todo relativamente cerca, Times Square, que acababa de inaugurar la
pantalla luminosa más grande del país, Central Park, y la Quinta
Avenida, a la altura del famosísimo hotel Palace, en donde también
se encuentra la super tienda de Appel, un buen lugar para calentarse
un rato mientras se usa su Wiffi gratuito, la cinematográfica tienda
de juguetes FAO, o Tiffany´s.
Descendiendo
por esta lujosa avenida, uno se topa con edificios bellísimos, como
la Fifth Avenue Presbyterian Church, la Iglesia de ST. Thomas, o la
increíble Catedral de St. Patricks. En frente, el imponente
Rockefeller Center, en donde nos refugiamos de la lluvia y el frío.
Y aprovechamos para probar los buenísimos “pretzels” de Auntie
Anne’s. En la cima de este edificio, el “Top of the Rocks”, se
disfruta de unes vistas espectaculares de la isla de Manhatan.
Siguiendo
hacia el sur, uno se topa con la “NY Public Library”, la
Biblioteca, en un edificio bellísimo. Y un poco más abajo la “Grand
Central Terminal”, otro lugar impresionante en donde refugiarse de
las inclemencias del tiempo, mientras se degusta una buena comida en
alguno de los muchos restaurantes que han abierto en esta imponente
edificación.
Pero
bueno, en cualquier guía se encuentran todos aquellos lugares que
uno no debe perderse: la tienda de juguetes de Lego, o la de Toy
Sara’s, el Flatiron, el Metropolitan Museum of Art, imprescindible,
el Museo de Historia Natural, el MOMA, una misa gospel en Harlem, la
Estatua de la Libertad, La Bolsa, una hamburguesa en “Shick
Shack”, una pizza en “Joe’s Pizza” y una cena en China Town y
Little Italy. Y por supuesto, el Empire State Building, claro. Ahí
hay que subir, aunque el viento helado del invierno le corte a uno
los labios y le deje las manos congeladas.
Y
aunque uno salga compungido y triste, también vale la pena visitar
el Museo 911, dedicado a las víctimas del atentado a las torres
gemelas del World Trade Center, al lado de la Torre One.
Nueva
York es siempre una experiencia única, diferente para cada cual.
Pero todo el mundo queda sorprendido por la amabilidad de los
neoyorquinos, la variedad y excelente calidad de su comida, su
animada vida nocturna, su tolerancia, su modernidad y sus ganas de
vivir. NY es pura energía, un lugar imprescindible para cargar
baterías.
Os recuerdo que podéis ver las fotos más grandes si hacéis un click encima...
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