Chiang Rai
Foto: Kositpipat
Había pensado pasar una noche en Pai y otra en Chang Mai, antes de emprender camino hacia Chang Rai. Pero al final las combinaciones de autobuses fueron tan buenas que hice el trayecto de una tirada, en unas nueve horas. Nada más llegar dejé el equipaje en el primer hotel que encontré y salí a pasear. Y allí, en pleno centro, encontré otra vez a Ignasi y Mercè. Querían alquilar un coche para visitar los alrededores y me invitaron a acompañarles. El encuentro no podía haber sido más oportuno. Cenamos juntos en el mercado nocturno de Chiang Rai, con música tradicional en vivo, y nos despedimos hasta la mañana siguiente.
Chiang Rai es otro destino que da mucho de si. Hay un montón de lugares interesantes que visitar, entre ellos Wat Rongkhun, más conocido como el Templo Blanco, una construcción del artista tailandés Ajarn Chalermchai Kositpipat. Aparte de su color y su estructura, que lo hacen muy diferente de otros templos budistas, lo que más llama la atención son las pinturas de su interior.
La pared de la entrada muestra el diablo, el mal contra el que Buda lucha antes de llegar al Nirvana. Pero el artista lo ha representado con imágenes actuales, como la cara de George Bush i Bin Laden, en los ojos de un dragón, un mundo lleno de armas, Alien, o las torres gemelas ardiendo y rodeadas de una manguera de la que cae petróleo sobre bocas sedientas. También aparecen personajes de ficción como Superman, Spiderman o el mismo Keanu Reaves, simbolizando los falsos héroes que nunca aparecen para evitar todos esos males y salvar el mundo.
Más al norte, junto a la frontera con Myanmar, pueden visitarse, entre otras cosas, algunas aldeas chinas. Allí llegaron los chinos que huyendo de la revolución maoísta, se refugiaron en Birmania y luego fueron expulsados a Tailandia. Todavía hablan en chino y hasta prefieren la comida china a la tailandesa.
En esta misma zona, famosa en el pasado por el tráfico de opio, se encuentra también la residencia de estilo suizo que se hizo construir la madre del actual rey de Tailandia. Un auténtico palacio con un interior de madera muy acogedor y grandes ventanales, desde los que se ve la densa jungla que separa este país de la vecina Myanmar.
Finalmente, una visita obligada es el famoso Triángulo de Oro, en donde confluyen, separados por el río Mekong, Tailandia, Myanmar y Laos. Nosotros llegamos ya de noche, después de perdernos por carreteras en obras con señalizaciones en tailandés que, obviamente, no podíamos entender… Fue un día intenso y muy bien aprovechado.
La Mercè i l'Ignaci
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