De Turismo por Tailandia
Al final, a pesar del caos de ciudad, Bangkok ha conseguido seducirme. Cada día me gusta más. Tiene algo que me atrae. Seguramente esta gente tan encantadora que parece vivir sin complejos, sin tener que fingir. En toda la ciudad se respira una alegría y un optimismo contagiosos.
Y es que tienen un país encantador, lleno de maravillas naturales, como las islas y playas del sur, y maravillas históricas, como las ruinas de la antigua capital, Ayuthaya, destruida por sus vecinos birmanos. Pero sobretodo tiene algo inigualable, una cocina espectacular, con unas sopas, unos curris y unas salsas que hacen que la mayoría de los turistas recuerden este país precisamente por su comida.
Ayuthaya
Mientras espero que la Embajada Española me proporcione un nuevo pasaporte, pues he agotado todas las páginas del mío, me pierdo en los grandes almacenes de Siam. Aquí hay de todo como en cualquier ciudad europea. Pero a mí, lo que más me fascina es la planta en donde todo el mundo va a satisfacer su apetito. Un montón de pequeños restaurantes que preparan mil y un platos diferentes. Elegir es lo más difícil. Todo parece sabrosísimo, y la manera como lo cocinan y presentan, delante del cliente, es todo un espectáculo. Y los pasteles no tienen nada que envidiar a los del Escribà.
Con el nuevo pasaporte en mano, tomo un tren hacía Chang Mai. En Bangkok conocí un chico peruano y una francesa a la que no le gusta nada Francia. Viaja, dice, buscando un país en el que le apetezca vivir. Si les hubiera hecho caso, jamás habría venido a Chiang Mai. No les pareció nada especial, claro que también opinaban que la gente de Laos no es tan agradable como todo el mundo dice. Hablando con ellos un rato lo entendí todo.
Chiang Mai me ha parecido desde el principio uno de esos lugares en los que podría pasarme unos cuantos meses. Es una pequeña ciudad muy relajada en la que se vive muy bien. Está repleta de monjes simpatiquísimos y con ganas de practicar su inglés con todos los turistas. Me he acordado del belga que, aunque sólo pasó 15 días en Tailandia, me comentó que los monjes de este país eran todos unos antipáticos creídos que no se dignaban ni a hablar con los turistas. Yo cada día estoy más alucinado. Me da la impresión que aterrizo en países completamente diferentes a aquellos de los que me han hablado los turistas con los que me he tropezado por el camino…
Chiang Mai, como toda Tailandia, es un país muy turístico. Aquí viene todo el mundo en busca de los “trekings” en plena jungla y los paseos en elefante. Hay tours de todo tipo, de uno a siete días, y para todos los bolsillos. Yo, que ya llevo a mis espaldas unos cuantos trekings decido tomar uno de los más económicos, que aún así, es mucho más caro que cualquiera de los que he realizado en Vietnam, Laos y Myanmar.
Dos días y una noche. Unas horitas de marcha por la jungla, un paseo a lomos de un elefante, rafting en aguas bien turbias y una visita a las conocidas mujeres jirafa. “Disneyladia”, comentaban algunos de mis acompañantes, que se sintieron algo decepcionados. Muy auténtico no es, y más si lo comparo con todo lo que he visto hasta ahora, pero es lo que hay. Las mujeres de largos cuellos anillados consiguen vivir posando para los turistas. Los elefantes no se han extinguido porque dan dinero y un montón de familias viven gracias al turismo que visita la zona.
Y ahí sigue uno encontrando la simpatía de los tailandeses, probando su apetitosa comida y disfrutando de un entorno natural todavía muy bello. Y muy cerca de una ciudad acogedora en que los turistas disfrutan de unas vacaciones sin problemas, y que ofrece una amplia variedad de actividades. Yo me lo pasé en grande paseando en bicicleta y asistiendo a uno de los cursos de meditación que se dan en uno de los muchos monasterios de la ciudad.
Santuarios de Elefantes
Una alternativa al turístico paseo en elefante, es la visita a uno de los santuarios que se han creado en la zona de Chiang Mai para proteger a estos animales. A cada visitante se le asigna un elefante, y después de enseñarle como dirigirse a él, se tiene la posibilidad de alimentarlo y hasta bañarlo en el río. Además se aprenden un montón de cosas sobre el comportamiento de estos paquidermos, y la gran utilidad que han tenido siempre en este territorio.
En uno de ellos, el Elephant Nature Park, van más allá. Lex, su propietaria, gracias a la ayuda internacional, está trabajando para conservar la selva del lugar y poder liberar un día a los elefantes, para que vivan en libertad. También intentan que se apruebe una ley para prohibir el uso de elefantes para mendigar, una práctica común en este país.
En el centro se denuncia el suplicio por el que se hace pasar a los elefantes para que se vuelvan obedientes y sumisos al hombre y el increíble negocio que se obtiene con ellos. Aún así, muchas veces no se les trata con la dignidad con que debieran. Atados al suelo con fuertes cadenas, no pueden ni moverse.
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