Tras recorrer las
playas y parques naturales del sur de Sri Lanka, decidí adentrarme en las llamadas
“Tierras Altas”. Imaginaba que me esperaba una realidad bien distinta de la
vista hasta entonces, y no me equivocaba. Al cambio de paisaje, había que sumar
además el cambio de clima. Pasar del calor bochornoso del sur a tener que
dormir con una manta es algo que se agradece enormemente.
Ella
En 4 horas de
autobús, me planté en la turística Ella. Un lugar perfecto para relajarse unos
días. Estamos a finales de marzo y se acerca la temporada de lluvias. Cafés muy
acogedores, como el Chill o el Gurú, invitan a sentarse y pasar las horas
tomando un delicioso jugo de frutas, o un té ceilandés, sobretodo si, como me
ocurrió cada tarde, se pone a llover de forma torrencial.
Pero allí en donde
abundan los turistas, y sobretodo los mochileros, hay que andarse con cuidado y
no relajarse demasiado… El Chill café dispone de un espacio muy chill out en la
tercera planta al que se accede después de dejar el calzado en la entrada. Fue
la última vez que vi mis sandalias. Un espabilado dejó las suyas, idénticas,
hasta de la misma talla, pero absolutamente destrozadas, y se llevó las mías,
bien nuevas. Hay quien puede permitirse viajar todo un año por el mundo pero no
puede comprarse unas sandalias que, aquí, no cuestan más de 6 euros.
Tras la lluvia
nocturna, el sol vuelve puntual cada mañana, invitando a salir y hacer alguna
de las muchas excursiones que ofrece el lugar. Cataratas, campos de te, o la
excursión estrella al Little Adam’s Peak. El sol aprieta durante el día y la
empinada cuesta agota, pero vale la pena el esfuerzo. Además, siempre encuentra
uno un vecino dispuesto a abrirle un coco para saciar la sed.
Una de las
atracciones más populares de las tierras altas son los espectaculares trayectos
en tren. Así pues, decidí tomar el que iba a la vecina población de Badulla, de
una hora aproximadamente. Al dejar Ella, el tren atraviesa un espectacular
puente de 9 arcos al que muchos turistas se acercan a pie para poder
fotografiarlo cuando pasa el tren.
En Badulla solo
pasaré unas horas. La guía decía que no tenía ningún interés, pero fue en esta
concurrida y animada ciudad en donde grabé uno de mis mejores vídeos, que,
cuando pueda, colgaré también en mi blog. Y descubrí, además, que sí existen
varios lugares que vale la pena visitar, como el precioso templo budista
Muthiyagana Vihara, que visité descalzo y sobre la piedra mojada, tras una
corta lluvia torrencial.
Sin duda alguna, uno
de los trayectos más espectaculares de Sri Lanka, es el que une Kandy con Ella.
La mayoría de turistas compran un billete de primera clase que les permite
viajar en el vagón Observatorio, el último de todos, desde el que tienen una
vista completa del paisaje que van dejando atrás. Hay que reservarlo con
antelación y su precio quintuplica el del vagón de segunda o tercera clase.
Yo no tenía ninguna
intención de hacer el recorrido de un tirón, pues existen varios lugares interesantes
por el camino, en los que deseaba detenerme. Así pues, me presento en la
estación y compro mi billete de segunda clase, desde la que también se disfruta
del impresionante paisaje. Mi siguiente destino es Haputale, una población
pegada a la vía del tren y sin ningún encanto. Quizá por eso no se bajó casi
nadie, y sólo yo con la mochila…
Y si, muy bonita no
es, aunque tiene el encanto de lo auténtico. Pero desde aquí se pueden hacer
excursiones espectaculares por las montañas que la rodean. Yo me conformaría
con visitar el famoso “Lipton’s Seat”, el lugar en donde le apetecía sentarse a
contemplar sus tierras al barón escocés del té, Thomas Lipton. Si sí, el del té
más popular en los supermecados. El lugar es fantástico y descender por sus
campos de té contemplando a las mujeres tamiles recogiendo las hojas más
tiernas es una maravilla.
El ascenso en bus por una estrecha carretera de escarpadas laderas y pronunciados precipicios es muy estimulante. Después, el paseo a pie hasta la cima es una maravilla. Allí le espera a uno un pequeño chiringuito en dónde se puede saborear un buen té, por supuesto, de la marca Lipton.
Nuwara Eliya
Los ingleses y
escoceses que se establecieron en Sri Lanka eligieron esta fresquita población,
de ambiente lluvioso y neblinoso, como lugar de descanso. Y se esforzaron para
sentirse como en su tierra natal, dotándola de curiosos edificios más propios
de la campiña inglesa y parques y jardines que invitan a pasear.
Aquí empezaron a
probar con el té, y tras ver que funcionaba, la convirtieron en la capital del
té de las tierras altas. Cortaron la densa jungla que cubría las montañas,
cambiaron el paisaje y se trajeron a los trabajadores Tamiles del sur de la
India, que tienen poco que ver con los Tamiles del norte de Sri Lanka, aunque
también recibieron en los conflictos étnicos de los años 80.
Nuwara Eliya es también una buena base desde la que explorar otra de
las joyas de Sri Lanka, el Parque
Nacional de las Llanuras de Horton y el Fin del Mundo. Una altiplanicie
ondulante a más de 2000 metros de altura. Un paseo precioso, de 10 quilómetros,
que le lleva a uno por densos bosques hasta el Fin del Mundo, un precipicio a
casi 900 metros de altura. Después trascurre por una solitaria llanura de
hierba, con ondulantes ríos, y acaba en la Cascadas de Baker. Con mucha suerte
se pueden ver leopardos, jabalís, langures y muchas aves.
Tras el madrugón, salimos a las 5 de la mañana, y la caminata, decidí
que la mejor manera de acabar el día era tomar un buen masaje ayurvédico, y después
rematarlo con un High Tea at the Grand, uno lujoso hotel que sirve el famoso té
de las 5 con un amplio surtido de sándwiches y pastelitos. Al día siguiente
volvía a Nanu Oya para tomar el tren hacia otro de los destinos más turísticos
de Sri Lanka, la ciudad de Kandy.
Los singaleses la llaman, “Kanda uda Rata”, tierra en lo alto de la
montaña y es precisamente ese enclave lo que la mantuvo a salvo de las diversas
invasiones. Kandy fue la capital del último reino cingalés. Sucumbió ante los
británicos en 1815, después de haber resistido tres siglos los embates de
portugueses y holandeses.
Es una ciudad muy conocida porque aquí se encuentra el Templo del
Diente Sagrado, que alberga la reliquia más importante de Sri Lanka, un diente
de Buda. Todas las tardes se celebra una ceremonia durante la cual se abre una
pequeña puerta desde la que se puede ver el relicario de oro en forma de stupa
en el que se guarda. Fieles y turistas se amontonan en el templo para la
ocasión.
Kandy es una ciudad muy bonita, con un bellísimo lago, a orillas del
cual se encuentra el templo, un centro muy animado, lleno de tiendas y
restaurantes, y un enorme y colorido mercado. Un lugar ideal para quedarse unos
días y disfrutar de su fresco clima, la simpatía de sus gentes y la variada
cocina que se ofrece en sus apetitosos restaurantes.
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