La capital de la Gran
Bretaña es una bellísima ciudad que esconde multitud de sorpresas.
Basta pasear por los múltiples parques de la ciudad, St. James Park,
congelado en esta época del año, Green Park, Hyde Park, o Regents
Park, entre otros, para enamorarse de ella.
Al turista inquieto le
esperan montones de bellísimos rincones, museos fascinantes,
magníficos edificios, obras de teatro legendarias y mercados únicos, como el de Covent Garden o Camden Town. Este último se encuentra, además, en un entorno de fábula, al lado del
canal de Regent, por el que, paseando tranquilamente, se puede llegar a la
Little Venice.
Lunch time
Toneladas de papel,
bolsas, vasos de plástico y otros muchos residuos, que acabaran en
una papelera, grasientos, y posiblemente en un vertedero, sin
posibilidad de reencarnarse en otro emboltorio, se mueven por las
calles de Londres a la hora de comer.
Son las 12 del mediodía,
muy temprano para mi, pero los servidores de comida, en todas sus
posibles versiones, restaurantes, sandwidcherias, cafés..., están
ya llenos a rebosar. Los trabajadores corren a hacerse con un
bocadillo, un burrito, una pizza o, en el mejor de los casos, una
bandeja con arroz y algún exótico manjar. A los ingleses les
encanta la comida china, tailandesa, india, o de donde sea. También,
por supuesto, sus “pies”, rellenos de riñones, black pudding, o
lo que sea...
Es algo que siempre me llamó la atención, ya desde aquella primera vez en 1990 en que puse mis pies en la capital londinense. No se pierde demasiado tiempo en el almuerzo. El desayuno y la cena suelen ser más copiosos y reposados. Pero al mediodía es la hora de los mercados. El mejor momento para dejarse caer por el mercado de Spitalfields, o el de Ledenhall, cerca de Liverpool Street, o el Borough Market, en la otra orilla del Támesis.... Uno encuentra allí todo tipo de comida, española, italiana, china, de Indonesia, de Malasia, japonesa, vegetariana, griega, y por supuesto, tapas, bocadillos, ostras para los más sibaritas, y los “pies”. Cada día se puede probar algo distinto y auténtico. Aunque muchos no lo dirían, este es uno de los placeres de Londres.
Por supuesto, hay montones
de restaurantes fascinantes en donde se come de maravilla, a precios
desorbitados, pero también muy asequibles, y no por ello menos
deliciosos. En mi etapa de trabajador emigrante, mal pagado y con muy
pocos recursos, descubrí China Town, un enjambre de buenísimos
restaurantes de comida asiática que forman la zona conocida como
Soho, en el centro mismo de la ciudad.
Mi visita coincidió con el Nuevo Año Chino
Allí volví esta vez,
reconociendo todavía algunos de mis restaurantes favoritos. Comida
sencilla, pero sabrosa y muy económica. Y como entonces, siguen las
colas para poder sentarse, aunque sea en alguna de sus mesas
compartidas y saborear algunos de los muchísimos platos que ofrecen.
Una deliciosa pastelería francesa en el corazón de China Town
Es cierto que empiezan a
verse cambios. Me explican mis amigos londinenses que los “landlords”
los propietarios del suelo londinense, han empezado a subir los
alquileres de forma desorbitada y familias y negocios que han vivido
toda su vida en Soho se han visto obligados a irse. En su lugar se
empiezan a establecer los Starbucks, Costas y Cafés Nero que inundan
la ciudad, las mismas cadenas que uniformizan todos los espacios y
hacen que las ciudades pierdan su encanto y la razón para ser
visitadas. Esperemos que encuentren resistencia y no puedan acabar
con China Town.
El año del Brexit
Londres siempre me ha
parecido otro mundo. Y aunque las cosas están cambiando, todavía
conserva ese encanto que lo hace tan singular y peculiar.
Hoy, como en los años 90,
siguen conduciendo al contrario que el resto del continente, sus
enchufes son distintos y hace falta un adaptador, cuentan en millas y
pesan en "pounds", pagan un impuesto por tener un televisor en
casa, y siguen utilizando la libra y renegando del Euro.
Esto último los ha
beneficiado muchísimo mientras han estado en Europa. Además les
permite hacer algo que uno ya había olvidado, atracar a todos los
turistas que visitan el país, con unas comisiones desorbitadas, de
hasta el 15 por cierto en el aeropuerto y las estaciones de llegada.
Y es legal. Con los ingleses siempre se pierde, aunque la
devaluación de la libra después de la victoria del Brexit ha
supuesto cierto alivio.
Y pensando en todas esas
cosas es cuando me pregunto: Gran Bretaña, ¿ha sido alguna vez
Europa?.
Vocación por la cultura
Sin duda, una de las
grandes maravillas de la capital londinense son sus museos, y además
gratuitos, para disfrute de todos. Es cierto que se confía en la
generosidad de los visitantes, a los que se pide una aportación
voluntaria, para que la Cultura pueda seguir siendo gratuita y al
alcance de todos.
Esta vez, he visitado la
National Gallerry, el Britih Museum, la Tate Modern y la casa-museo
de Sir John Soanes, poco conocido y muy recomendable, para hacerse
una idea de como vivía un rico y erudito arquitecto del siglo XVIII.
A vista de pájaro
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