La última frontera
GreyHound, la principal compañía de buses de Australia, ha suspendido el servicio de Adelaida a Perth. No debía ser rentable. El Indian Pacific, el tren que atraviesa el desierto de casi 3.000 km. que separa las dos ciudades, sólo circula un día a la semana, y no llego a tiempo de tomarlo. No me queda más remedio que volar hasta Perth. Y allí me esperan Jen, una amiga que había conocido hace 12 años, mientras recorría este inmenso continente, y su esposo Michael.
Viven en la vecina localidad de Fremantle, en la desembocadura del río Swan. Aquí llegó, el año 1829, el navío inglés HMS Challenger con la intención de crear un asentamiento permanente en “West Australia”. El capitán, Charles Howe Fremantle, tomó posesión de todo el territorio en nombre del rey George IV.
Hoy todavía se conservan un buen número de edificios coloniales de la época, que, por cierto fueron construidos por convictos. Algunos tienen el honor de ser los más antiguos de todo el estado, como la “Round House”, de 1831, la primera construcción que se levantó y que albergó una prisión. Aquí se colgó al primer aborigen condenado a muerte.
Pero el poder pronto se trasladó 19 km. al norte, al lugar en que hoy se levanta la ciudad de Perth, la que muchos consideran, la más aislada del mundo. Los gestores actuales se han dedicado a demoler los antiguos edificios coloniales y substituirlos por enormes rascacielos, que han cambiado su “skyline”.
Por suerte, todavía se conservan un buen número de antiguos edificios, que los turistas pueden visitar fácilmente a pie, o utilizando alguna de las tres líneas de bus gratuito que recorren la ciudad.
Una de las maravillas de Perth es el “Kings Park” y su jardín botánico, en el que se pueden ver todas las diferentes especies de plantas del continente australiano. Situado en una loma, a las afueras de la ciudad, ofrece unas vistas espectaculares, tanto de los rascacielos del centro, como de la infinidad de viviendas unifamiliares que ocupan todo la costa de la bahía de Thomson i el río Swan.
Finalmente, nadie debiera perderse un lugar paradisíaco, la isla de “Rottnest”, a sólo media hora de barco. 11 kilómetros de tierra rodeada de playas de arena blanca y aguas transparentes. Un bus, que va dando la vuelta a la isla, permite al visitante detenerse en diferentes lugares. También puede alquilarse una bicicleta e ir al ritmo que uno quiera.
Y si uno se cansa de la ciudad, puede acercase al valle de Swan, a unos pocos kilómetros a la afueras, para saborear algunos de los muchos vinos que se hacen en la región. O elegir una de las muchísimas playas de su inacabable costa, excelentes para practicar el surf.
“Rottnest” significa nido de ratas, y debe su nombre al explorador holandés William de Vlamingh, que descubrió la isla en el año 1696. Allí encontró a un simpático animal, el “Quokka”, al que confundió con una rata gigante.
OH KINO KE BONITA ISLA!!! A VER SI ME PUEDO PASR ALGUN DIA POR AI AUNKE NO SE SI LUEGO VOLVERIA JAJA.KE PENA NO COGER ESE TREN NO??POS DEBIA SER MUI INTERESANTE,OLLE ESPERO KE TE LO PASES MUI BIEN Y DISFRUTA D ESAS PLAYAS POR MI.UN ABRAZO,TU PRIMA.DESEANDO KE NOS CUENTES PRONTO.
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