Últimos días en Borneo
Kota Kinabaru, con el Monte Kinabaru al fondo
Desde Danum Valley regresé a la capital, Kota Kinabaru. Tenía ganas de visitar algunas de las islas que se encuentran delante de la ciudad. Tomé una pequeña lancha a motor y me trasladé a la isla de Manukau, en donde hice un recorrido a pie por la densa jungla que cubre todo el islote.
Después me trasladé a la isla de Sapi, con la intención de bucear un poco y disfrutar viendo el coral y la infinidad de peces que viven en esas aguas tropicales. Quedé maravillado viendo como los peces no huían. Al contrario, me rodeaban por completo y nadaban a mi lado sin el más mínimo temor. Fue maravilloso hasta que descubrí que a algunos de ellos les gustaba morder al personal. Salí del agua con las piernas marcadas por la mordedura de esos desmemoriados.
Al día siguiente salí con dirección a Brunei. En esta ocasión opté por el bus, para poder observar el paisaje y disfrutar de los densos bosques que todavía se conservan, sobretodo en el territorio de Brunei, que, gracias al petróleo, no ha tenido necesidad de plantar palmeras.
Allí he pasado mis últimos días en Borneo, disfrutando de la calma y el relax que se respira en la capital, Bandar Seri Begawan. Unos días perfectos para poner al día el blog y acabar de visitar los lugares que me quedaron pendientes la otra vez, como el palacio del sultán, aunque sólo se puede ver desde fuera, y el interior de la mezquita de Jame's Asr Hassanil Bolkiah.
Mi próximo destino, Kuala Lumpur. Volar desde Brunei siempre sale más barato…
Y para acabar, unas reflexiones...
La fiebre de las palmeras
Una extraña enfermedad se ha expandido por Malasia. Los síntomas son una obsesión enfermiza por plantar palmeras. Aunque parece que sólo afecta a los locales, los turistas que visitan el país también sufren algunos efectos secundarios.
Sin duda “la fiebre de las palmeras” es la responsable de que Sabah sea uno de los lugares que más me ha decepcionado. Esperaba kilómetros y kilómetros de selva virgen cubriendo una tierra salvaje y poco poblada. Parece que así era hace tan sólo unos 30 años. Pero he llegado tarde. Kilómetros y kilómetros de palmeras han suplantado las selvas, que han sido arrasadas en la mayor parte del país.
Unos pocos empresarios y algunos políticos se han hecho de oro con el aceite de palma. Pero el país, y el mundo entero, han perdido bosques de una riqueza única. Y con ellos se han llevado por delante una infinidad de animales, de seres vivos, a los que la codicia humana ha condenado a muerte, poniendo a muchas especies al borde de la extinción.
He sentido un dolor desgarrador mientras me trasladaba por este estado en autobús. Era como si el alma de todas esas plantas y animales exterminados tratara de hacerse presente en mí para que entendiera el crimen que el hombre ha sido capaz de cometer en esta tierra. Un dolor al que parecen estar insensibles muchos habitantes de Sabah, que sólo ven las ventajas de tan colosal explotación.
“Los mejores parques naturales”
La jungla que se conserva es la que conforma los pocos y “diminutos” parques nacionales de Sabah. Pequeñas islas, rodeadas de palmeras, en donde se preservan los últimos ejemplares de orangutanes, proboscis, langures, macacos, elefantes y rinocerontes, a más de una infinidad de aves, reptiles e insectos.
El gobierno ha dictado leyes para proteger algunos lugares y algunos animales, pero llegan un poco tarde. Y no puedo dejar de dudar de la buena voluntad de este. Aún en las zonas protegidas, en las parcelas que no pertenecen al gobierno, los particulares pueden hacer lo que quieran. O sea, que la destrucción sigue sin que se haga nada para evitarla.
Y aún así, los parques naturales de Sabah, como Kinabatangan, Danum Valley, Isla Tortuga, Sipadan, o la Reserva de Vida Salvaje de Tabin, son de los más conocidos, y los que atraen más turistas. Cuando uno entra en ellos se desplaza a otra dimensión. Imaginar que esa infinidad de especies vegetales y animales eran antes habituales en todo el territorio aún le parte más el corazón a uno.
Las excepciones
Existen todavía dos lugares excepcionales. “Danum Valley”, el mejor antídoto para la decepción que provocan las palmeras – ver Sabah 2 - y “Maliau Basin Conservation Area”, conocido como “El Mundo Perdido”. Este último, con una superficie de 588 km2, se encuentra al sur de Sabah y en la frontera con Indonesia. Está gestionado por la “Sabah Fundation” y es, según dicen, una de las mejores selvas tropicales del mundo, y una de las mayores reservas de biodiversidad. El gobierno le ha dado la mayor protección, aunque permite una “explotación sostenible”. Según mi guía, es imposible visitarlo por cuenta propia, y resulta carísimo y prohibitivo para la mayoría, lo cual, quizá, no está tan mal.
Negocio privado
Los parques naturales del estado de Sarawak, los que visité primero, están gestionados por el gobierno local. Las instalaciones son increíbles, pero asequibles para todo el mundo. Uno puede alojarse por muy poco dinero en el corazón del parque y disfrutar de una infinidad de caminos, muy bien señalizados, que permiten acercarse a diferentes ecosistemas y observar una infinidad de animales.
En Sabah todo funciona de manera diferente. Aquí todos los parques son gestionados por empresas privadas, que hacen un suculento negocio con las áreas conservadas. Los turistas dependen de diferentes tour operadores que gestionan transporte, alojamiento y manutención, en general, a unos precios desorbitados para el país. Y parece que todo ha de reservarse con mucha antelación, pues siempre está lleno.
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