A orillas del río Kinabatan
Una de las atracciones más populares de Sabah es el paseo en barca por el río Kinabatan, con la posibilidad de contemplar una infinidad de aves, reptiles y diferentes tipos de monos, que viven en la franja semi-protegida a ambos lados del río.
Yo me hospedé en uno de los veintitantos “resorts” que han crecido en las orillas del Kinabatan, y que ofrecen acogedores bungaloes de madera, rodeados de jungla, deliciosa comida local, paseos en barca por el río a diferentes horas del día y caminatas diarias y nocturnas por la selva para descubrir algunos animalejos.
Dos noches en pensión completa, cuatro paseos en barca,
un “treking” por la selva y dos paseos nocturnos,
sale por unos 100 euros.
Danum Valley
Simply the Best!
Un gran cartel avisa que a partir de aquel punto no se permite la entrada a nadie que no tenga permiso. Quedan 47 kilómetros hasta “Danum Valley Field Centre”, el centro para investigadores que se encuentra en el margen del parque. Una densa jungla nos acompaña todo el camino.
La joya de la corona posee un lujoso complejo turístico en otro de los márgenes del parque, el “Borneo Rainforest Lodge”. Pero los precios desalientan a la mayoría de mochileros. El centro para investigadores es una alternativa mucho más económica y asequible. Cuando tienen espacio libre aceptan también a turistas accidentales. Yo tuve que esperar, pero al final conseguí pasar allí cinco días inolvidables.
Nada más cruzar el río uno se adentra en una espesa jungla primaria, virgen, que alberga cientos de especies de plantas y árboles impresionantes. Y en medio de toda aquella exuberante flora, una fauna sorprendente, en la que destacan los orangutanes, los langures rojos, los gibones, los loris lentos, el leopardo, varios tipos de gatos salvajes y los últimos elefantes y rinocerontes de Borneo.
Raquel, una chica inglesa que ha pasado unos meses trabajado como voluntaria para una ONG, y yo, fuimos los únicos dos turistas del día. El resto de personal eran investigadores de un buen número de países diferentes. Nada más llegar al parque nos avisaron que la noche anterior unos elefantes habían deambulado por la zona y habían destrozado algunas instalaciones. Había que andarse con cuidado.
Al día siguiente, Raquel y yo nos adentramos en la jungla para hacer uno de los recorridos que no precisaban de guía local. Desde el primer momento pudimos observar el rastro que habían dejado los elefantes. Árboles rotos, arbustos triturados, los paneles y señales que marcaban la ruta tirados por el suelo y toneladas de excrementos.
Parece que los elefantes habían escogido nuestra misma ruta, o al revés… Una señal rota, que no llegamos a ver, impidió que nos diéramos cuenta de que habíamos dejado el camino seguro para adentrarnos en una ruta prohibida sin guía. Y fue precisamente allí, en donde topamos con una manada de 6 elefantes, uno pequeño entre ellos. Nos quedamos helados, pero permanecimos allí un rato, observando como comían. Cuando pareció que seguían adelante, corrimos tras ellos, pero de golpe se detuvieron, dieron media vuelta y vinieron hacía donde estábamos nosotros. Obviamente salimos corriendo de nuevo, pero en dirección contraria. Quizá no nos hubieran atacado, pero son animales salvajes, impredecibles, y no era cuestión de arriesgarse.
No podíamos creer lo que estábamos viviendo. Fue una maravilla. Regresamos al centro e informamos a los investigadores, que estaban ansiosos por ver los elefantes. Algunos se adentraron en la jungla, pero no tuvieron suerte, seguramente porque nuestras indicaciones eran erróneas…
Curiosamente, dos días después, y en compañía de otros turistas, volvimos a encontrarnos con los elefantes. Después de un rato observándolos y viendo que no les hacía ninguna gracia, decidí volver por mi cuenta al centro. En medio del camino se me cruzó un enorme elefante, y me vi obligado a regresar y advertir al grupo. Tuvimos que buscar una senda alternativa para salir de allí. Empezó a diluviar, y un muchacho australiano se rompió los ligamentos de un pie. Por un momento reviví “Parque Jurásico”. Llegamos empapados y llenos de sanguijuelas, pero ahí quedó todo.
Los cinco días en Danum Valley dieron mucho de sí. Caminando por la selva, avistamos un montón de aves, entre ellas los famosos bucerótidos, aves tropicales que se caracterizan por su enorme pico. También a una familia de lamures rojos saltando por los árboles. Sorprendimos a un ciervo al lado del río, correteamos detrás de un faisán, tropezamos con algunos lagartos enormes, y con los insectos más raros que uno pueda imaginarse.
Pero para mí, el mejor hallazgo, además de los elefantes, fue la noche en que sorprendimos pegado a un árbol a un tarsio, un pequeño mamífero de enormes ojos que parece un auténtico diablillo. Desde que llegué a Borneo me había apuntado a todos los paseos nocturnos, esperando ver, en vivo y en directo, uno de esos graciosísimos animales. Objetivo conseguido.
El Parque Nacional de Danum Valley tiene
una superficie de 438 Km2
Una escalera pegada a un árbol,
permite ascender hasta una plataforma a 40 metros de altitud
El lugar en donde me alojé
guauuuu!
Valla familia de bichos me e reido mucho con los elefantes para verte corriendo delante lla ves ke si corriais no jaja dios ke envidia menudas vacaciones olle las fotos como siempre bellisimas y ke cantidad de animales asta ora desconocidos para mi.GRACIS KINO POR ESTOS RATOS KE PASO LELLENDO TUS DIARIOS SON BUENISIMOS ,SIGUE ASI I CUIDATE MUCHO .TU PRIMA P.
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