Un pequeño gran viaje
Dublín
Varias compañías de “low cost” vuelan de Barcelona a la capital de Irlanda por un módico precio. Dublín tiene suficientes atractivos como para quedarnos unos cuantos días: el Trinity College, con su fantástica biblioteca, en donde se encuentra el famoso “The book of Kells”, o una antiquísima arpa de madera, símbolo del país. El National Museum of Ireland, el Irish Emigration Museum, o el Castillo de Dublín, que bien merece una visita.
Es muy recomendable un paseo por la calle comercial de Grafton, llena de tiendas y cafés, como el Bewley’s Oriental Café, en donde sirven unos dulces sabrosísimos.
Todo está muy cerca en este país, y si se dispone de un
vehículo es muy fácil recorrerlo y disfrutar de todas las maravillas naturales
que contiene. Empiezo la ruta hacía el norte, Belfast, en dónde visito el
famoso Museo del Titánic, y es que fue ahí en dónde se construyó ese mítico y
desafortunado trasatlántico.
Sigo hacia el norte, hasta la bellísima Derry, una población muy
conocida por el triste acontecimiento que tuvo lugar el 30 de enero de 1972, el
llamado Domingo Sangriento. Trece personas murieron asesinadas a causa de los disparos de la fuerza paracaidista británica después de
una manifestación en favor de los Derechos Civiles para los católicos de
Irlanda del Norte en el barrio de Bogside.
Pasamos
la noche en un acogedor Bred&Breakfast, en el “Free Derry”, en el que
cenamos también de maravilla. Y tras un paseo matinal por el precioso centro
amurallado de la ciudad, pusimos rumbo a la costa. Nos esperaba una de las
maravillas naturales de Irlnda, “Giant’s Caseway”, la Calzada del Gigante.
La
costa irlandesa es fascinante. Las verdes praderas llegan hasta el mismísimo
mar. Y en la calzada del gigante, uno se encuentra un paisaje sobrecogedor, un área
que contiene unas 40.000 columnas de basalto provenientes del enfriamiento
relativamente rápido de la lava de una caldera volcánica, que ocurrió hace unos
60 millones de años.
Tras
un desayuno espectacular seguiremos nuestra ruta hacia el Parque Nacional de
Connemara. Ondulantes carreteras se adentran en profundos bosques con todas
las tonalidades ocres que uno pueda imaginar. Ríos, cascadas y lagos configuran
una naturaleza salvaje, prístina y única. Y en medio de esa maravilla natural
nos detendremos a visitar la Abadía de Kylemore, un paraíso en el
paraíso.
Galway
Me habían hablado muy bien de esta animada ciudad al oeste de Irlanda, y decidimos pasar allí la noche de fin de año. Su acogedor centro está formado por bellísimos edificios, calles peatonales que invitan a pasear, e infinidad de pubs en los que disfrutar de su música tradicional.
Desde
Galway se accede fácilmente a algunos de los lugares más conocidos y bellos del
país, como los acantilados de Moher. Salimos temprano y paramos a tomar un
delicioso desayuno en el encantador pueblecito costero de Kinvarra, muy cerca
del espectacular Castillo de Dunguaire.
Ya
en los famosos Cliffs of Moher, aprovechamos un tiempo excelente y sin lluvia
para recorrerlos de cabo a rabo. Fantástico e imprescindible.
Nos
hubiera gustado continuar más al sur, pero 10 días no dan para más y empezamos
el camino de vuelta a Dublín. Eso sí, por el camino nos deparaban algunas
sorpresas. La primera, Clonmacnoise, un antiguo monasterio fundado en el S. VI
y uno de los más famosos de Irlanda. En activo hasta el S. XII, contiene las
tumbas de muchos de los reyes que gobernaron estas tierras durante esos siglos.
Rock
of Cashel es una de las ruinas medievales más importantes de Irlanda. Este
impresionante castillo fue el centro del poder de los Reyes de Munster durante
más de 1000 años.
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