Croacia, Montenegro, Bosnia y Albania 2016
Un
paseo por los Balcanes
Transcurridos
20 años desde el brutal conflicto que sacudió a nuestros vecinos
del otro lado del Mediterráneo, los países balcánicos son ahora
foco de atracción para turistas de todo el mundo. Sus preciosas
playas de azul turquesa, sus agrestes valles, montañas, cañones y
ríos, y como no, sus pintorescos pueblecitos medievales e
impresionantes monumentos, los convierten en un atractivo destino
turístico. Por no hablar de su excelente cocina, que deleita el
paladar de los más exigentes.
Dubrovnik
Pero
vayamos por partes, pues aunque con una historia y una lengua común,
muchas son las diferencias entre ellos. Depende de lo que busque el
visitante.
En
esta ocasión volé a la turística Dubrovnik. Un destino tan
solicitado que, a pesar de su pequeño tamaño, está bien servido
por compañías aéreas de todos los colores.
Croacia
Este
es un país que se me resiste. Lo crucé por primera vez en 1987, en
tren, de camino a Grecia. Poco vi, y poco invitaban a quedarse las
maneras bruscas y autoritarias de los agentes del orden del dictador
Tito que registraban a los pasajeros del tren. Era antes de la brutal
guerra que, de 1991 a 1995, sacudiría los Balcanes. Croacia no era
todavía el destino turístico en que se ha convertido en los últimos
años.
La
segunda vez fue en agosto de 1997, acompañando a unos amigos bosnios
a Sarajevo, en donde se reencontrarían con sus familias, justo
después de finalizar el conflicto armado. Tampoco fue nada agradable
el trato recibido por las autoridades y fuerzas del orden del país.
Quizá por eso no ha sido nunca un destino prioritario para mí.
En
esta ocasión llegaba con ganas de conocer las maravillas de las que
todos hablan al referirse a Croacia. La bellísima Split, Trogir, el
Parque Nacional de los Lagos Plitvice, las islas de Hvar, Brac,
Korkula o Mljet, con sus aguas turquesas, y tantos otros lugares.
Pero de nuevo todo iba a quedar para otra ocasión. La amiga con la
que tenía que encontrarme en Dubrovnik ya lo había visto casi todo,
así que tendría que conformarme con la perla del Adriático, que no
es poca cosa…
Dubrovnik
Es
verdad, es muy turístico, y en verano está abarrotado de gente. Y
cuando llegan los cruceros, la marabunta humana inunda cada rincón
de la ciudad y cuesta desplazarse de un lugar a otro. Pero sólo es
cuestión de esperar a que se vayan. Si hay tanto turismo es porque
vale la pena visitarla. Y por eso fue declarada Patrimonio Universal
por la Unesco en 1979. Es una ciudad bellísima, llena de encantos, y
si uno busca un poco, hasta es posible encontrar rincones tranquilos
a los que no llegan la mayoría de turistas.
Aunque bombardeada en
1991 por serbios y montenegrinos, la ciudad ha sido completamente
restaurada y apenas quedan huellas de aquel descomunal despropósito.
La
antigua Ragusa, que los últimos descubrimientos arqueológicos
sitúan ya en el Siglo VI, si no antes, recibió su nombre actual,
Dubrovnik, en el Siglo XII. Por su situación estratégica y las
impresionantes murallas que la rodean y la ponen a salvo de posibles
ataques, ya desde el S. XIV se convierte en uno de los puertos
comerciales marítimos más importantes del Adriático. La República
de Dubrovnik, uno de los estados nación más prósperos y avanzados
de la época, destaca, entre otras cosas, por establecer uno de los
primeros sistemas de abastecimiento de agua de la época medieval,
uno de los primeros orfanatos del mundo, o una de las primeras
farmacias de Europa. Además abolió la esclavitud y prohibió el
tráfico de esclavos en 1416.
El
visitante necesita varios días para visitar a conciencia las
murallas y los diferentes edificios medievales que albergan en su
interior. No voy a citarlos aquí porque el número es ingente, y
encontraran amplia información en cualquier guía turística. La
Dubrovnik Car, que se puede adquirir en los puntos de información de
la ciudad, permite acceder de manera más económica a los más
importantes.
Pero
no deben perderse el Palacio del Rector, la sede del poder en el
S.XV, un edificio bellísimo, hoy también famoso por albergar
algunas de las escenas de la popular serie “Juego de Tronos”. En
la puerta de entrada se haya inscrita una frase dirigida a los
gobernantes que deja constancia del carácter abierto y moderno de la
ciudad ya en aquella época medieval: “Olvidad los asuntos
privados, ocuparos de los asuntos públicos”.
Este
lugar se caracteriza también por una excelente acústica, y por eso
se celebran en su interior los conciertos de música de cámara del
Festival de Verano de Dubrovnik. Yo tuve la suerte de poder asistir
al impresionante concierto de piano de Aljosa Jurinic, un joven
pianista croata que atesora ya un sinfín de galardones
internacionales, como el primer premio del Queen Elisabeth Piano
Competition este año 2016.
Montenegro
Dubrovnik
se encuentra al sur de Croacia, al lado mismo de Montenegro. Y por
esa razón, puesto que mi acompañante ya había visitado el norte,
decidimos dirigirnos hacia el país vecino, menos conocido, menos
turístico, y más barato…
Kotor
Nos
esperaban un buen número de sorpresas. La primera de ellas,
Kotor, una pequeña
población amurallada, declarada también Patrimonio de la Humanidad,
junto con la bahía en la que se encuentra. Sus murallas, de 20
metros de altura y hasta 15 de ancho en algunos lugares, datan del S.
XII, aunque fueron remodeladas varias veces a lo largo de los siglos
posteriores. Tienen forma triangular en la zona que da al mar, para
luego ascender montaña arriba formando la fortaleza de San Juan, a
la que se llega tras 1.350 peldaños, y que le recuerda a uno la
muralla china.
Catedral
de San Triphon de 1166
El
número de edificios destacables que albergan las murallas es
impresionante. Palacios, iglesias, plazas y conventos muy bien
conservados le dan una atmósfera mágica. Pasear por sus
callejuelas, sentarse en las terrazas que albergan las irregulares
plazas y degustar su excelente cocina son todo un placer para el
visitante. Recomiendo el restaurante Luna Rossa, sencillamente , excelente.
Al
día siguiente aprovechamos para recorrer, en barco, la Bahía de
Kotor. En ella se encuentra la pintoresca localidad de Perast, con
sus dos islas que albergan dos iglesias, como la de Nuestra Señora
del Peñasco, que nos detenemos a visitar. Más al sur, el fuerte de
Mamula, en la isla de Lastavica. Y muy cerca, en tierra firme, el
Monaterio de Zanjic, y la turística playa de Zanjica.
Sveti
Stefan
Un
autobús de línea nos traslada cómodamente, en unos 45 minutos, a
la vecina localidad de Sveti Stefan. Básicamente un lugar de
veraneo, con una bonita playa, en el que destaca un bellísimo islote
repleto de casitas, al que se accede por una rampa que lo conecta con
el continente.
Ese
bellísimo lugar era el objetivo de nuestra visita, y ahí nos
dirigimos, tras dejar las mochilas en la habitación con vistas que
habíamos conseguido en la montaña que se haya justo delante. Y que
grande la sorpresa cuando se nos informa que toda la península es un
hotel privado, Àman, Resort & Spa, que sólo puede visitarse en
un tour que cuesta 20 euros, o si se tiene reserva para almorzar o
cenar. Puesto que allí estábamos, reservamos para la cena.
Imaginamos
que nos costaría un ojo de la cara, como así fue; cuatro veces más
de lo que costaba cenar en cualquier otro restaurante del lugar. Pero
que valdría la pena, por hacerlo en un lugar tan fascinante, bello y
único. Como así No fue. No se lo recomiendo a nadie. La cena fue,
sin ninguna duda, la peor de todo el viaje. El servicio excelente,
pero la comida, increíblemente, terrible. No queda justificado el
dispendio. Mejor el tour, porque pasearse por sus callejuelas, ver
esas casitas, hoy transformadas en 50 habitaciones de lujo, y las
iglesias muy bien conservadas, sí vale la pena.
También
es muy recomendable tomar el sendero que, resiguiendo la arbolada
costa, lleva a un par de bellísimas playas, eso sí, privadas.
Stari
Bar
Nos
fiamos de un taxista ilegal que promete llevarnos hasta nuestro
próximo destino, la bellísima Stari Bar, la ciudad antigua de la
más moderna y turística Bar. La primera se encuentra en el
interior, en las montañas. La segunda en la costa, al lado de
interminables playas, que la han convertido en un destino veraniego
por excelencia.
Nos
engaña y nos deja…, aún no sabemos seguro dónde, en otra
localidad costera cercana a nuestro destino. Los controles policiales
parecen ser la causa… Allí tomamos un bus, que, ahora sí, nos
acerca, después de pasearnos por todas las playas de Bar, a Stari
Bar.
Nos
alojamos en el Konoba Kula Guest House, un lugar absolutamente
recomendable, muy acogedor, económico, al lado mismo de la antigua
ciudad amurallada y con un restaurante excelente. La empinada calle
que lleva a la fortaleza se encuentra repleta de acogedoras terrazas
en las que vale la pena refrescarse con un delicioso zumo natural de
granada.
Hamman
Lapidarium
Torre
del Reloj
Ulcinj
Al
sur de Montenegro, tocando a la vecina Albania, se encuentra una
bonita ciudad, Ulcinj. Fundada por los griegos y dotada de excelentes
defensas por los romanos, cuelga sobre el mar, con vistas a las
mejores puestas de sol. El Stari Grand, el casco antiguo, es de una
gran belleza. Es el lugar perfecto para perderse por sus callejuelas
y probar los mejores platos. El restaurante “Hary” ofrece un
pescado fresquísimo que sale a pescar el mismo propietario cada
mañana, según nos dijo. Más abajo el restaurante Antígona presume
de tener la mejor puesta del sol. Ahí cenamos mientras veíamos el
cielo de la tarde encenderse de rojo desde nuestra mesa. Y para tomar
algo y bañarse, nada como el “Sunset bar”.
Pero
cuando se sale de este recinto amurallado, la realidad cambia
totalmente. Un típico lugar de playa repleto de gente paseando por
su paseo marítimo, lleno de terrazas, bares musicales, restaurantes,
heladerías y tiendas de todo tipo. Familias enteras se sientan en el
muro que se alza delante de la playa contemplando a los que pasean, o
a las niñas que bailan danzas tradicionales para obtener algo de
dinero. Otros se distraen con las máquinas tragaperras que alguien
ha colocado en la misma calle, o comprando en las paradas de
artesanía…
Albania
se encuentra demasiado cerca como para no ser visitada. Una tentación
que no pudimos evitar. Eso sí, como no disponíamos de mucho tiempo
nos conformamos con Tirana, la capital. Lo justo para llevarse una
idea de este misterioso país, que estuvo vetado a los extranjeros
hasta los años 90, y del que no podía salir nadie. El dictador
Hoxha rompió relaciones con todos los países comunistas, a los que
acusaba de haber traicionado los ideales del comunismo, y aisló el
país durante más de 20 años.
Sin saberlo, nos alojamos en una de las zonas más animadas de la ciudad, el barrio en donde vivían los miembros del gobierno comunista, conocido como zona bunker y vetado durante años al resto de mortales. Hoy está repleto de cafés, bares y restaurantes.
Sin saberlo, nos alojamos en una de las zonas más animadas de la ciudad, el barrio en donde vivían los miembros del gobierno comunista, conocido como zona bunker y vetado durante años al resto de mortales. Hoy está repleto de cafés, bares y restaurantes.
Bunker, cerca de la antigua residencia de Hoxha
En
nuestro segundo día en la ciudad decidimos tomar un guía local que
nos habían recomendado y con el que recorrimos las principales
atracciones turísticas de la ciudad: la ópera, el palacio de
cultura, el hotel Tirana Internacional, una muestra de la
arquitectura comunista, una de las pocas mezquitas que no destruyó
el comunismo, “la Pirámide”, un edificio en ruinas que tenía
que ser el mausoleo del dictador, o la iglesia católica, con la
imagen de la Madre Teresa de Calcuta, que, por si no lo saben, era
albanesa. Y por supuesto, la más conocida de las imágenes de este
país, la estatua ecuestre de Seshi Skenderbej, el héroe albanés
por antonomasia, que logró vencer a los turcos.
Pero
lo más interesante del tour fueron sin duda los comentarios de este
despierto guía, que en un buenísimo inglés, nos explicó un montón
de anécdotas sobre como se vivía en aquella Albania comunista. Los
medios de comunicación se esforzaban en hacerles creer, y lo
conseguían, que aquel era el mejor país del mundo. Las imágenes
que se mostraban de los sin techo de Estados Unidos era una prueba
irrefutable de lo mal que se vivía en los países capitalistas.
Sólo
comían productos locales, pues nada se importaba al país. Hasta los
90 no probaron los plátanos. El pan y las verduras eran el alimento
habitual y con la cartilla de racionamiento se tenía acceso a 2
quilos de carne al mes. Los más mayores dicen que era un país mucho
más limpio que el actual, y es que no había botellas de plástico,
ni latas, ni goma de mascar…
Anécdotas
a parte, la historia de Albania resulta fascinante. Y vale la pena
echarle un vistazo. Democracia, monarquía, fascismo, comunismo y una
diáspora responsable de que unos 4 millones de albaneses vivan hoy
fuera de este pequeño país de casi dos millones de habitantes.
Desde
Tirana tomamos un bus directo a Podgorica. Por 15 euros, y en poco
más de 3 horas, nos plantamos en la capital de Montenegro. Nos
hospedamos en el centro, al lado mismo del “old town”, que parece
un pueblecito detenido en el tiempo y alrededor del cual creció la
ciudad.
A
pesar de ser la capital del país, no hay mucho que ver. Unas
mezquitas, el Palacio de Invierno de Nicolás I (1891), la Catedral
Ortodoxa de la Resurección de Cristo (1993) y el Puente del Milenio.
Podgorica, ubicada en una llanura, cruzada por el río Morcaîa y su afluente, el Ribnica, y a 44 metros sobre el nivel del mar, es un lugar tranquilo, muy caluroso en verano, aunque rodeado de frescos parques por los que pasean sus habitantes. Apenas atrae turistas.
Podgorica, ubicada en una llanura, cruzada por el río Morcaîa y su afluente, el Ribnica, y a 44 metros sobre el nivel del mar, es un lugar tranquilo, muy caluroso en verano, aunque rodeado de frescos parques por los que pasean sus habitantes. Apenas atrae turistas.
Virpazar
Y
también en 30 minutos de Podgorica, pero al oeste, se encuentra unos
de los lugares imprescindibles en todo viaje a Montenegro. Cetinje,
la antigua capital del país, en dónde se haya enterrado el rey
Nicolás I, y sede de la Iglesia Ortodoxa Serbia en Montenegro, y la
Iglesia Ortodoxa Montenegrina.
Una
población pequeña, pero con una serie de edificios interesantes
para visitar, como el Museo del Rey Nicolás, la fortaleza del obispo
de Montenegro, el Monasterio de Cetinje, o las sedes de las antiguas
embajadas de Gran Bretaña, Alemania, Francia o Italia, entre otras.
Bosnia y Herzegovina
No estaba en nuestros planes, pero no quería dejar los Balcanes sin pasar de nuevo por Sarajevo para visitar a mis amigos. Un trayecto de menos de 6 horas en bus une Podgorica con la capital de Bosnia y Herzegovina. Un recorrido que bien vale la pena, pues se atraviesan algunos de los paisajes más salvajes y sorprendentes de ambos países. Elevadas montañas, pronunciados cañones y caudalosos ríos en los que se practica el rafting y otros deportes de aventura.
Resultó
tan fascinante el viaje que apenas nos dimos cuenta y ya estábamos
en Sarajevo. La ciudad, asediada y bombardeada sin escrúpulos por
las fuerzas serbias durante la guerra que tuvo lugar de 1991 a 1995,
se ha recuperado ya de las graves heridas infligidas. Aún quedan
rastros de aquella ignominia, edificios en ruinas, fachadas que
muestran todavía los boquetes de balas, bombas y granadas, pero en
general la ciudad ha renacido de nuevo.
El
centro vuelve a brillar con sus bellísimos edificios otomanos,
iglesias de todas las confesiones, la antigua biblioteca, hoy
totalmente restaurada y abierta al público, sus puentes, y como no,
las nuevas y modernas edificaciones que se levantan desafiantes como
símbolo de la capacidad de resistencia de un pueblo que sufrió el
azote del fanatismo y la intolerancia.
Sus
calles, cafés y restaurantes, en donde se deleita uno con la mejor
comida de los Balcanes, estaban llenos de turistas, y más esos días,
en que coincidimos con el Festival de Cine de Sarajevo, y al que
acudió, como invitado, Robert de Niro.
Turistas de Oriente Medio
Otra
visita imprescindible si se pasa por la capital de Bosnia es la
exposición “Sbrenica Exhibition. Memorial Gallery 11/07/95” y
“The Siege of Sarajevo. Grettings from Sarajevo 1993”, que se
expone en el U.E. Kultura Sjecanja, al lado de la Catedral, y que, a
través de fotografías y unos videos impactantes ofrecen una buena
idea de lo que fue y supuso la guerra.
A
mitad de camino entre Sarajevo y Dubrovnik, lugar al que debía
regresar para tomar mi vuelo de vuelta a Barcelona, se encuentra la
bellísima localidad de Mostar. El Puente Viejo, de 1566, una
maravilla de la arquitectura otomana, destruido en 1993, durante la guerra, por
las fuerzas croatas, y reconstruido después, se ha convertido en un
símbolo de la superación de aquel conflicto. Durante el día puede verse a algunos saltadores lanzarse a las aguas del río Neretva desde los más de 20 metros de altura, a cambio de algunos euros.
Antiguas
construcciones medievales, torres y mezquitas han sido restauradas,
aunque todavía quedan muchas muestras de la destrucción que asoló
esta población, muy cercana a Croacia. Interesante visitar la Plaza
de España, inaugurada por el Rey Juan Carlos I, y en dónde una
placa recuerda los soldados españoles fallecidos en aquel lugar.
Tras
una magnífica cena con vistas al puente iluminado, y un baño de pies matinal antes de tomar el bus a Dubrovnik, decíamos adiós
a este acogedor país.
Más crónicas en etiqueta Bosnia clicando en "Missatges més antics"más abajo.
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada