Oporto, bellísima ciudad declarada Patrimonio
de la Humanidad por la UNESCO, ha sido la escogida para pasar la noche de fin
de año. Siguiendo la tradición que empezamos algunos años a atrás mi amiga
Nieves y yo, y después de Francia,
Turquía y Bélgica, esta vez le ha correspondido el turno a Portugal.
Los edificios cubiertos de preciosos y
elaborados azulejos, las innumerables iglesias, los museos, un paseo en barco
por el Duero, que desemboca al mar Atlántico en esta portuaria ciudad, y unas
cuantas degustaciones en cualquiera de las muchas bodegas de oporto abiertas al
turista, son algunos de los reclamos de este enclave único. La comida,
deliciosa, es sin dudad otra buena razón para pasar unos días en el vecino, y a
menudo desconocido, país lusitano.
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