Fin de Año
en Escocia
Dicen que
Escocia es un país pequeño, pero con tantas cosas a ver que el
visitante precisa de mucho tiempo. Y es verdad. Los 7 días de este
fin de año del 2015 apenas dan para nada: 3 días en Edimburgo, en
los que es imposible ver todo lo que ofrece la capital del país, y 3
más en los “Highlands”, las Tierras Altas, que solo permiten
avistar unos pocos lugares de los muchos interesantes que esconden
esos lejanos territorios.
A
sabiendas de las limitaciones de tiempo, me propuse, si más no,
visitar algunos de los lugares más conocidos y turísticos. Empecé
por Edimburgo, capital de Escocia desde el S. XII, cuando el Rey
David I traslada su corte a su famoso Castillo. Situado sobre el
promontorio de un antiguo volcán extinguido proporcionaba entonces
una posición defensiva casi perfecta. Hoy, su espectacular
emplazamiento dibuja la silueta de una de las ciudades más bellas de
Europa.
Recorrer
la “Royal Mile” del Old Town, la arteria principal, que conecta
el Castillo con el Palacio de Holyrood, y perderse por los
insinuantes callejones laterales lo trasladan a uno a la Edad Media.
Sobre todo, si se visitan los túneles, callejones y casas sobre las
que se levantaron los edificios actuales, y que, muy bien conservados
bajo tierra, permiten hacerse una idea de cómo era la vida en
aquella dura época, marcada por guerras, hambrunas y pestes.
Tras la Ley
de Unión de 1707, en que se unen las coronas de Escocia e
Inglaterra, y ante la perspectiva de una estabilidad duradera, se
derriban las murallas y la ciudad se expande, creándose lo que se
conoce como New Town. Desde la famosa y bulliciosa Princes Steet, uno
se encuentra con un trazado en cuadrícula con elegantes hileras de
edificios de fachada georgiana.
Old y New
Town fueron declarados Patrimonio Mundial por la Unesco en 1995
Después
de 3 intensos días en Edimburgo, mi amiga Nieves y yo alquilamos un
coche y nos lanzamos a descubrir los increíbles y espectaculares
paisajes de las Tierra Altas. Primera parada, Inverness, la capital
de los Highlands. El lugar ideal des del que visitar el “Great
Glen”, una falla geológica que cruza Escocia en línea recta de
Fort Williams a Inverness, y que está cubierta de lagos, entre
ellos, el famoso Loch Ness.
Y ahí me
fui yo, claro, a intentar avistar el monstruo que a tantos turistas
atrae. Sin suerte, por supuesto. Aunque me topé, junto al lago, con
el impresionante Castillo de Urquhart, o lo que queda de él, que
constituye una de las imágenes más bellas del lugar.
Fort August:
Las embarcaciones ascienden y descienden 13 metros gracias a una
“escalera” de 5 esclusas consecutivas.
Alojado
en una bellísima casa B&B “Castle View Guest House”,
regentada por una simpatiquísima escocesa, celebramos la noche de
Fin de Año cenando el tradicional “Stovies”, un guisado de carne
y patatas muy sabroso.
Tras
la cena, el baile, en una plaza abarrotada de escoceses, que hacían
honor a su fama de gente acogedora, simpática y divertida. Muchos de
ellos, a pesar del frío, lucían con orgullo el atuendo tradicional,
el inconfundible kilt a cuadros. La actuación de varios grupos que
cantan en gaélico, lengua oficial en Escocia, sólo se ve
interrumpida a media noche por un fantástico castillo de fuegos, que
empiezan tras tocar las 12 campanadas.
Y
desde Inverness, y a pesar de no disponer de mucho tiempo, nos
atrevimos a cruzar el valle de las Cinco Hermanas de Kintail,
un majestuoso paraje de montaña, de profundas gargantas y saltos de
agua, pero bastante tétrico en un día nublado y con la carretera
llena de hielo. El viaje transcurre entre picos nevados de más de
1.000 metros a ambos lados de la carretera, y agrestes pendientes por
las que descienden cientos de riachuelos y cascadas.
Un paisaje
de película, salvaje y espectacular. Un trayecto que se ve
doblemente recompensado cuando uno topa con el Castillo de Eilean
Donan, conocido por la película de “Los Inmortales” que se rodó
en él.
Isla de Skye
La
mayor de las islas escocesas es uno de los principales destinos
turísticos de Escocia. Y nada más cruzar el “Skye Bridge”, el
puente inaugurado en 1995 y que une la isla con el continente, uno se
da cuenta de porqué.
Los
páramos aterciopelados, las abruptas cumbres, los imponentes
acantilados y los bellísimos lagos que los rodean a uno todo el
tiempo, cortan el aliento. La belleza natural de la isla, a la que
hay que añadir castillos, B&B, museos, pubs y restaurantes
excelentes, explican el porqué de su éxito.
Una
isla de paz y tranquilidad que invita a perderse por varios días. Yo
no podía, y tras pasar una noche en la bella localidad de Portree,
rehice el camino hacia Fort Williams y de allí a Edinburgo, eso sí,
cruzando por el fascinante valle de Glen Coe y el Parque Natural Loch
Lomond & The Trossachs.
Antes
de volver a la capital de Escocia no pude resistir la tentación de
visitar la fascinante ciudad de Stirling, que rivaliza en belleza con
la de Edimburgo. Su espléndido castillo, encaramado en lo alto de un
peñasco que domina la ciudad, es uno de los más majestuosos de todo
el país.