Halon Bay
Una inmensa bahía con más de 3.000 islas que salen del mar, eso es Halon Bay, un paraíso natural catalogado por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad.
El viento y la fuerza de la olas han ido labrando las verticales rocas que surgen del agua y se elevan decenas de metros hacía el cielo. El agua ha ido formando cuevas, algunas inmensas, llenas de estalactitas y estalagmitas de curiosas formas.
Halon Bay es una de las maravillas naturales de Vietnam más visitadas por los turistas que llegan hasta este país del sudeste asiático. Es la joya de la corona, y por eso pensé que valía la pena visitarla de la mejor manera posible. Así pues, subí a bordo de una pequeña, pero lujosa embarcación, con la que surcaría, durante tres días, las aguas de tan maravillosa bahía.
Tres días de calma, navegando entre islas, disfrutando de las vistas desde cubierta, viendo como anochece cómodamente sentado en una tumbona, o como amanece desde el camarote, y tirándose al mar de buena mañana para nadar un rato. Tiempo de sobras para visitar una de las cuevas más conocidas, nadar en las aguas turquesa de la bahía de Halon, y acercarse a los lugares más recónditos en un kayak. Y todo eso en una embarcación acogedora, silenciosa, y en la que nos deleitaron, a los otros cinco pasajeros y a mí, con los mejores manjares del mar.
El viaje también incluye la visita a la habitada isla de Cat Bat, la más grande. Una zona que atrae miles de turistas que vienen a disfrutar de sus playas. Por la tarde, decenas de vietnamitas se lanzan al agua y se lo pasan en grande jugando con las olas.
Por supuesto, también tiene sus defectos. Las aceras están invadidas por improvisados restaurantes y bares callejeros, en muchos tramos son una extensión de los diferentes comercios y talleres, y en otros, el parking de las motos – un suculento negocio para los que las vigilan -. El resultado es siempre el mismo. El peatón ha de caminar por en medio de la calle, intentando evitar ser atropellado por una marabunda de motos, bicicletas y coches que, la mayoría de las veces, no respetan pasos de cebra, ni semáforos (cuando existen y funcionan). Además, la vida empieza temprano, a las 6 el bullicio es ya considerable, y si uno no se adapta a su horario lo tiene difícil para seguir durmiendo. Ah, y la luz se va cada dos por tres y los que nos hospedamos en hoteles baratos y sin generadores nos quedamos sin ventilador y aire acondicionado, y el calor es insoportable en esta época del año.
Por suerte, también ha llegado la época de las lluvias, y el agua que cae refresca el ambiente y hace que las noches sean un poco más frescas. Al atardecer los vietnamitas se acercan a los lagos y parques que hay por toda la ciudad, y caminan arriba y abajo haciendo estiramientos.
Con la Iglesia hemos topado
El 20% de los vietnamitas son católicos. Y eso, en un país de 86 millones de habitantes, son muchos católicos. De hecho, Vietnam es el segundo país de Asia, después de Filipinas, con un mayor número de creyentes. Eso se ve cada vez que uno se acerca a una iglesia. Las misas están a rebosar. Como no se cabe, se instalan pantallas en el exterior y los feligreses siguen la celebración desde el exterior, sentados en bancos, en el suelo o en los asientos de sus motos.
Jóvenes católicos contra el aborto
Últimos días en Hanoi
Existen en Hanoi un buen número de distracciones para el turista. El centro histórico de la ciudad, el Templo de la Literatura, el Mausoleo de Ho Chi Minh, el lugar en donde se muestra su cuerpo embalsamado, el Museo de HCM, dedicado a la vida del “Tío Ho”, como llaman aquí al padre de la patria, o el Museo de Historia, entre otras. La mejor es, no obstante, pasear por sus calles y ver como fluye la vida.
Paseando descubrí que en el Museo de Bellas Artes se hacía una exposición sobre Tauromaquia con dibujos de Goya, Picasso y Cano. No pude evitar entrar a verla, y fue una auténtica gozada. Y paseando por delante de la Ópera descubrí que la Embajada Española patrocinaba dos conciertos de la Novena Sinfonía de Bethoven. En la taquilla me dijeron que el segundo, el de aquel día, era sólo con invitación. De todas maneras, en la calle había gente que vendía entradas. Compré una, disfruté de un magnífico concierto y pude ver como era por dentro la Ópera de Hanoi.
También vi, en vivo y en directo, un pequeño tornado que hizo caer dos árboles enormes sólo a unos metros de donde me encontraba...
Y finalmente, dos días antes de dejar la ciudad, conocí una pareja de jóvenes vietnamitas muy agradables. Salimos a cenar y probé unos platos bien raros, algas que parecían setas, caracoles de mar cocinados con hierbas, paté de carne…, y vino de arróz. La velada acabó con la asistencia a una fiesta espectacular. El motivo era el décimo aniversario de Olympia, una especie de Eurovisión para estudiantes de “High School”, en la que participan jóvenes de varios países asiáticos, y que organiza la Televisión vietnamita VTV3. Que flash!!!