dilluns, 24 de maig del 2010

Asia 2010 : Vietnam (4)

Halon Bay



Una inmensa bahía con más de 3.000 islas que salen del mar, eso es Halon Bay, un paraíso natural catalogado por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad.




El viento y la fuerza de la olas han ido labrando las verticales rocas que surgen del agua y se elevan decenas de metros hacía el cielo. El agua ha ido formando cuevas, algunas inmensas, llenas de estalactitas y estalagmitas de curiosas formas.

Halon Bay es una de las maravillas naturales de Vietnam más visitadas por los turistas que llegan hasta este país del sudeste asiático. Es la joya de la corona, y por eso pensé que valía la pena visitarla de la mejor manera posible. Así pues, subí a bordo de una pequeña, pero lujosa embarcación, con la que surcaría, durante tres días, las aguas de tan maravillosa bahía.

Tres días de calma, navegando entre islas, disfrutando de las vistas desde cubierta, viendo como anochece cómodamente sentado en una tumbona, o como amanece desde el camarote, y tirándose al mar de buena mañana para nadar un rato. Tiempo de sobras para visitar una de las cuevas más conocidas, nadar en las aguas turquesa de la bahía de Halon, y acercarse a los lugares más recónditos en un kayak. Y todo eso en una embarcación acogedora, silenciosa, y en la que nos deleitaron, a los otros cinco pasajeros y a mí, con los mejores manjares del mar.







El viaje también incluye la visita a la habitada isla de Cat Bat, la más grande. Una zona que atrae miles de turistas que vienen a disfrutar de sus playas. Por la tarde, decenas de vietnamitas se lanzan al agua y se lo pasan en grande jugando con las olas.



Nosotros pudimos dar un paseo en bicicleta por el margen del parque natural de Cat Bat, y visitar una pequeña comunidad que vive aislada entre montañas.






Hanoi

Antigua puerta de acceso al casco antiguo

La capital de Vietnam, la más exótica de Asia, según algunos, es una ciudad acogedora que invita a recorrerse a pie. Los lugares más importantes pueden visitarse en cómodos paseos que permiten, además, ver de cerca como viven los vietnamitas. Es una sorpresa detrás de otra. Puestos de comida por doquier, mujeres con sombreros cónicos cargando todo tipo de productos, el olor del incienso que sale de los templos, monjes que piden una ayuda, bellísimos edificios de la época colonial francesa…




Por supuesto, también tiene sus defectos. Las aceras están invadidas por improvisados restaurantes y bares callejeros, en muchos tramos son una extensión de los diferentes comercios y talleres, y en otros, el parking de las motos – un suculento negocio para los que las vigilan -. El resultado es siempre el mismo. El peatón ha de caminar por en medio de la calle, intentando evitar ser atropellado por una marabunda de motos, bicicletas y coches que, la mayoría de las veces, no respetan pasos de cebra, ni semáforos (cuando existen y funcionan). Además, la vida empieza temprano, a las 6 el bullicio es ya considerable, y si uno no se adapta a su horario lo tiene difícil para seguir durmiendo. Ah, y la luz se va cada dos por tres y los que nos hospedamos en hoteles baratos y sin generadores nos quedamos sin ventilador y aire acondicionado, y el calor es insoportable en esta época del año.

Por suerte, también ha llegado la época de las lluvias, y el agua que cae refresca el ambiente y hace que las noches sean un poco más frescas. Al atardecer los vietnamitas se acercan a los lagos y parques que hay por toda la ciudad, y caminan arriba y abajo haciendo estiramientos.



Con la Iglesia hemos topado

El 20% de los vietnamitas son católicos. Y eso, en un país de 86 millones de habitantes, son muchos católicos. De hecho, Vietnam es el segundo país de Asia, después de Filipinas, con un mayor número de creyentes. Eso se ve cada vez que uno se acerca a una iglesia. Las misas están a rebosar. Como no se cabe, se instalan pantallas en el exterior y los feligreses siguen la celebración desde el exterior, sentados en bancos, en el suelo o en los asientos de sus motos.

Jóvenes católicos contra el aborto


Últimos días en Hanoi

Existen en Hanoi un buen número de distracciones para el turista. El centro histórico de la ciudad, el Templo de la Literatura, el Mausoleo de Ho Chi Minh, el lugar en donde se muestra su cuerpo embalsamado, el Museo de HCM, dedicado a la vida del “Tío Ho”, como llaman aquí al padre de la patria, o el Museo de Historia, entre otras. La mejor es, no obstante, pasear por sus calles y ver como fluye la vida.



Paseando descubrí que en el Museo de Bellas Artes se hacía una exposición sobre Tauromaquia con dibujos de Goya, Picasso y Cano. No pude evitar entrar a verla, y fue una auténtica gozada. Y paseando por delante de la Ópera descubrí que la Embajada Española patrocinaba dos conciertos de la Novena Sinfonía de Bethoven. En la taquilla me dijeron que el segundo, el de aquel día, era sólo con invitación. De todas maneras, en la calle había gente que vendía entradas. Compré una, disfruté de un magnífico concierto y pude ver como era por dentro la Ópera de Hanoi.



También vi, en vivo y en directo, un pequeño tornado que hizo caer dos árboles enormes sólo a unos metros de donde me encontraba...


Y finalmente, dos días antes de dejar la ciudad, conocí una pareja de jóvenes vietnamitas muy agradables. Salimos a cenar y probé unos platos bien raros, algas que parecían setas, caracoles de mar cocinados con hierbas, paté de carne…, y vino de arróz. La velada acabó con la asistencia a una fiesta espectacular. El motivo era el décimo aniversario de Olympia, una especie de Eurovisión para estudiantes de “High School”, en la que participan jóvenes de varios países asiáticos, y que organiza la Televisión vietnamita VTV3. Que flash!!!








dissabte, 15 de maig del 2010

Asia 2010 : Vietnam (3)



Más allá de Ho Chi Minh

Dejé la antigua Saigón para descubrir que a los vietnamitas les encanta la playa. Paré en Mui Ne, la que queda más cerca de la capital, y después en Nha Trang, el paraíso de los buceadores, según dicen. Al atardecer las playas se llenan de adolescentes, que se bañan semivestidos, de familias, que se sientan en la arena a charlar, beber y hasta cenar. El agua está caliente y el sol ya no quema.

Mui Ne

Nha Trang


Dalat

Huyendo del calor me refugié unos días en Dalat, una bonita ciudad de montaña en donde las temperaturas bajan hasta tal punto que hay que dormir con una manta. Todo un placer. No es extraño pues que el último emperador de Vietnam, Bao Dai, tuviera aquí su Palacio de Verano. Esta turística ciudad, llena de cafés, pastelerías y muy buenos restaurantes, es conocida por su producción de flores, de te y de café, muy delicioso, por cierto. También por una extraña construcción llamada “Crazy House”, e, imposible omitirlo, Love Valey, el Valle del Amor…




Valle del Amor

Hoi An

Para saborear un poco la historia de Vietnam, puse mis pies en Hoi An, sin ningún tipo de duda, uno de los lugares que más me ha cautivado. Declarada Patrimonio de la UNESCO conserva un centro lleno de lujosas casas, construidas entre los siglos XVIII i XIX por adinerados comerciantes chinos y japoneses. La mayoría de esos edificios albergan hoy lujosos restaurantes, en donde se pueden probar algunas de las especialidades de Hoi An, com el “Cao Lau”, y reconfortantes pastelerías y heladerías al más puro estilo italiano. Yo probé aquí, por primera vez, la ensalada de papaya verde, que me dejó levitando.





Cau Lao


Hue

Y finalmente, para conocer algo del legado Imperial de Vietnam, nada como detenerse un par de días en Hue. La visita a La Ciudad Prohibida de Color Púrpura, que recuerda inevitablemente a la famosa Ciudad Prohibida de Pequín, es indispensable. A pesar de que los bombardeos franceses y norteamericanos destruyeron el 80% de los edificios que contenía entre sus murallas, todavía intactas, lo que queda dentro es espectacular. Si además se pueden visitar algunas de la tumbas y palacios diseminados en los alrededores de esta ciudad Imperial, uno habrá realizado un verdadero paseo al pasado más opulento y fastuoso de este país asiático. Un paseo en barco, al atardecer, por el río Perfume, que cruza la ciudad, pone la guinda a la visita.





 

Vietnam en tren


Acostumbrado a salir o llegar siempre más tarde de lo previsto, pensé que con el tren ocurriría como con los autobuses. Por eso no me importó que la hora de llegada estuviese prevista para las 3.40 de la mañana. Serán las 5, pensé, y ya habrá amanecido. Pero no, parece que el tren si es puntual. A las 3.15 me despertó el revisor. Dos vietnamitas y yo fuimos los únicos en bajarnos del tren. A las 3.40 ya había comprobado que los hoteles más cercanos a la estación estaban todavía cerrados, y me encontraba sentado esperando a que amaneciese.

A la hora de viajar en tren, uno puede escoger entre asiento duro, de madera, asiento blando, más cómodo, litera dura y litera blanda. El precio determina la elección. Como era mi primer viaje en tren, y pensaba dormir unas cuantas horas, opté por una litera blanda, a pesar de que el precio casi doblaba el del autobús.

Pasé la mayor parte del viaje solo. Con los otros compartimentos cerrados, no sabía si viajaba alguien más en el tren. Cuando me decidí a buscar el restaurante, para cenar alguna cosa, comprobé que en el primer vagón, completamente a oscuras, no había nadie. En el vagón de asientos cómodos había unas 10 personas, y otras tantas en los asientos de madera. En el restaurante había unos revisores jugando a cartas, y teniendo en cuenta todos los que me había encontrado de camino, pareciera que en ese tren había más empleados que pasajeros.

Las primeras cinco horas se me pasaron volando, boquiabierto por el precioso paisaje de campos de arroz, búfalos, hombres y mujeres trabajando con los tradicionales sombreros cónicos de paja, segando el arroz y poniéndolo a secar al lado de sus casas, niños nadando en ríos y canales, una ternera corriendo hacía su madre, seguramente asustada por el paso del tren. A las 7, ya de noche, me puse a dormir.

Ninh Binh

A las 4.30 de la mañana algunos hombres y mujeres ya salen a pasear y correr, como he visto en otros lugares de Vietnam. A las 5 llega un hombre en una moto. Le da a un interruptor y apaga todas las luces de la calle. Todavía no ha amanecido y la deja más a oscuras que antes. Debe calcular que para cuando haya apagado todas las luces de la ciudad ya será de día. A las 5.10 pasa la mujer que me había recibido en la estación. Seguramente acabó su jornada laboral. Y a las 5.30 abren el hotel delante del cual esperaba. Tomo una habitación, duermo durante una hora, me ducho y bajo a desayunar.

Las compañías de autobuses tienen sus propios hoteles, en donde bajan a los turistas. Por eso, si uno elije una determinada compañía, como Open Tours, por ejemplo, siempre se va encontrando a la misma gente. La primera consecuencia de mi elección de tomar el tren para trasladarme a Ninh Binh es la de quedarme fuera del circuito turístico. En un hotel sin mochileros, sin posibilidades de apuntarme a un tour o compartir gastos con otros turistas, decido alquilar una moto con motorista incluido. Es la mejor manera de recorrer a mi aire uno de los paisajes más bonitos de Vietnam.

A las 8 me recoge un joven motorista y salimos a descubrir el entorno. Los colosales pináculos de piedra que ascienden verticales entre llanuras de campos de arroz, los ríos y las cuevas que el agua ha ido esculpiendo, son algunas de las razones por las que vale la pena detenerse en Ninh Binh.





La Pagoda mas grande del Sudeste Asiático